Page 122 - Cementerio de animales
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Se despertó a las nueve de la mañana. Por las ventanas orientadas al este entraba
un sol resplandeciente. Estaba sonando el teléfono. Louis descolgó.
—¿Diga?
—¡Eh! —dijo Rachel—. ¿Te he despertado? Pues me alegro.
—Sí, me has despertado, pécora —sonrió él.
—¡Oooh! ¿Qué modales son ésos? Grosero —dijo ella—. Te llamé anoche.
¿Estabas en casa de Jud? Él vaciló apenas una fracción de segundo.
—Sí —dijo—. Nos tomamos unas cervezas. Norma había ido a no sé qué cena de
Acción de Gracias. Quería llamarte, pero… ya sabes lo que ocurre.
—Sí, ya sé lo que ocurre.
Charlaron un rato. Rachel le puso al corriente de las novedades de la familia,
aunque maldita la falta. No obstante, se alegró de saber que la calva de su suegro
aumentaba de tamaño a pasos agigantados.
—¿Quieres hablar con Gage? —preguntó Rachel.
Louis sonrió ampliamente.
—¡Cómo no! Pero no le dejes colgar el teléfono como la otra vez.
Se oían ruidos al otro extremo del hilo y la voz de Rachel que instaba al niño a
decir hola a papá.
Por fin Gage dijo:
—Hola, paaá.
—Hola, Gage —respondió Louis alegremente—. ¿Cómo estás? ¿Qué haces?
¿Has vuelto a tirar el soporte de las pipas del abuelo? Me gustaría mucho. A ver si
ahora arreglas los sellos de la colección.
Gage estuvo parloteando jubiloso durante unos treinta segundos salpicando su
discurso de alguna que otra palabra reconocible: "mammi, Élite, huelo, buela, coche,
joe y caca". Su vocabulario era cada día más extenso.
Por fin, Rachel consiguió arrancarle el auricular de las manos, con estridentes
protestas de Gage y profundo alivio de Louis. Él quería mucho a su hijo y le echaba
de menos atrozmente, pero mantener una conversación con un crío de menos de dos
años era como tratar de jugar a las damas con un demente: las fichas bailaban por
todas partes y acababas comiéndote las tuyas.
—¿Y cómo van las cosas por ahí? —preguntó Rachel.
—Oh, muy bien —dijo Louis, esta vez sin la más leve vacilación; pero
comprendía que antes, cuando Rachel le preguntó si estaba en casa de Jud la noche
anterior y él respondió que sí, había dado un paso decisivo. Le pareció oír la voz de
Jud Crandall: «El fondo del corazón del hombre es más árido Louis… El hombre
cultiva lo que puede, y lo cuida.»—. Un poco aburrido, si quieres que te diga la
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