Page 125 - Cementerio de animales
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mía  yo  aún  no  le  diría  que  su  gato  había  sido  atropellado.  ¿Para  qué
              estropearle las vacaciones?
                  A  propósito,  Louis,  yo  tampoco  mencionaría  por  estos  contornos  lo  que

              hicimos anoche. Hay otras personas que conocen ese viejo cementerio micmac y
              algunos han enterrado allí a sus animales. Es como un arrabal de Pet Sematary.
              ¡Lo  creas  o  no,  allí  arriba  han  enterrado  hasta  un  toro!  El  viejo  Zack

              McGovern, que vivía en Stackpole Road, enterró en el cementerio micmac a su
              toro "Hanratty", que fue premiado en un concurso de ganado. Debió de ser en
              1967 o 68. ¡Ja, ja! Cuando me dijo que él y sus dos hijos habían llevado al toro

              hasta allí arriba, casi me hernio de tanto reír. Pero a la gente de por aquí no le
              gusta  hablar  de  ello,  ni  es  que  estén  enterados  los  que  ellos  consideran
              «forasteros»,  no  porque  sean  supersticiones  que  datan  de  hace  más  de

              trescientos años, sino porque, en cierto modo, ellos las creen y les parece que un
              «forastero» tiene que reírse de esas cosas. ¿Consideras que esto tiene sentido?

              Yo creo que no, pero así están las cosas. Conque hazme el favor de no decir
              nada. ¿De acuerdo?
                  Ya  hablaremos  de  ello,  probablemente,  esta  misma  noche,  y  entonces  lo
              comprenderás mejor; pero, entretanto, quiero decirte que te portaste muy bien.

              Estaba seguro.
                                                                                                     JUD.





                  PS. — Norma no sabe lo que dice esta carta —le he contado otro cuento— y,
              si a ti no te importa, prefiero que no se entere. En los cincuenta y ocho años que

              llevamos  casados  le  he  dicho  a  Norma  más  de  una  mentira.  Supongo  que  la
              mayoría de los hombres mienten a sus esposas, pero me parece que casi todos
              ellos podrían presentarse ante Dios y confesar sus mentiras sin tener que bajar

              la cabeza.
                  Bueno, ven esta noche y pimplaremos un poco.
                                                                                                         J.







               Louis se quedó en lo alto de la escalera que conducía al porche —ahora vacío,
           pues los confortables sillones de mimbre estaban guardados hasta otra primavera—

           mirando  la  carta  con  el  entrecejo  fruncido.  ¿No  decir  a  Ellie  que  el  gato  había
           muerto? No se lo había dicho. ¿Otros animales enterrados allí? ¿Supersticiones que
           databan de hacía más de trescientos años?

               «… y entonces lo comprenderás mejor.»
               Resiguió  aquella  línea  con  el  dedo  y,  por  primera  vez,  se  puso  a  pensar



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