Page 128 - Cementerio de animales
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ronroneaba y se restregaba contra sus tobillos. Aquel contacto ponía la piel de gallina
           y Louis tuvo que hacer un esfuerzo y apretar los dientes para no dar un puntapié al
           animal. Tenía los flancos demasiado suaves, gordos, repulsivos, vaya. Louis pensó

           que ojalá no tuviera que volver a tocar al gato en su vida.
               Cuando él se agachó para dejar el plato en el suelo, Church pasó junto a él al
           lanzarse  hacia  la  comida  y  Louis  hubiera  jurado  que  la  piel  le  olía  a  tierra

           corrompida.
               Dio un paso atrás y se quedó mirando al animal. Church hacía ruido al masticar.
           ¿Siempre había comido así? Seguramente, pero Louis no lo había notado. De todos

           modos, el sonido era muy desagradable. Basto, diría Ellie.
               Louis dio media vuelta bruscamente y se fue hacia la escalera. Empezó a subir a
           paso normal, pero cuando llegó arriba iba casi corriendo. Se desnudó y tiró toda la

           ropa a lavar, a pesar de que se la había puesto limpia por la mañana. Se preparó un
           baño caliente, todo lo caliente que podía resistir, y se sumergió en él.

               El vapor le envolvía y sentía que el agua caliente le relajaba los músculos. El
           baño  le  relajaba  también  las  ideas.  Cuando  el  agua  empezó  a  enfriarse,  Louis  se
           sentía un poco amodorrado y casi completamente tranquilo.
               «El gato ha vuelto. ¿Y qué? Pues nada.»

               Todo había sido un error. ¿Acaso él mismo no pensó la noche antes que Church
           estaba muy entero para haber sido arrollado por un coche?

               «Piensa en todos esos gatos y perros que has visto en la carretera —se dijo—
           reventados y con las tripas fuera. Tecnicolor, como dice Loudon Wainwright en ese
           disco del canalla muerto.»
               Estaba perfectamente claro. Church había quedado sin sentido, del golpe. El gato

           que  él  había  llevado  al  cementerio  micmac  estaba  inconsciente,  no  muerto.  ¿No
           decían que los gatos tienen siete vidas? Era una suerte no haber dicho nada a Ellie.

           No hacía falta ni que se enterara de lo poco que faltó.
               «La sangre del hocico y del cuello…, la forma en que le colgaba la cabeza…»
               Pero  él  era  médico,  no  veterinario.  Se  había  equivocado  en  el  diagnóstico,
           sencillamente.  Las  circunstancias  dejaban  mucho  que  desear  para  que  pudiera

           examinarlo debidamente: agachado en el jardín de Jud, a seis o siete grados bajo cero,
           prácticamente a oscuras. Además, llevaba guantes. Eso pudo…

               Una sombra monstruosa se proyectó en las baldosas de la pared. Parecía la cabeza
           de  un  dragón  o  de  una  serpiente  gigantesca.  Algo  le  rozó  el  hombro,  resbalando.
           Louis se levantó, galvanizado, con un chapoteo que empapó la alfombra del baño. Se

           volvió, encogiéndose sobre sí mismo y tropezó con los ojos amarillo terroso del gato
           de su hija que se había encaramado al asiento del inodoro.
               Church oscilaba lentamente de atrás adelante, como si estuviera borracho. Louis

           le miraba con repugnancia, apretando los dientes para reprimir el grito que tenía en la




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