Page 131 - Cementerio de animales
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ahora está la fábrica Orinco. "Spot" no había muerto aún, pero se estaba acabando, y
           mi padre me mandó a comprar comida para las gallinas al viejo Yorky. Nosotros no
           necesitábamos comida para las gallinas más que una vaca una pizarra, y yo sabía muy

           bien por qué me mandaba.
               —¿Iba a matar al perro?
               —Mi padre sabía lo mucho que yo quería a "Spot" y por eso me alejó de casa.

           Mientras el viejo Yorky me ponía el grano, yo me fui a la parte de atrás y me senté en
           la vieja piedra de molino que había allí, llorando.
               Jud movió lentamente la cabeza, aún con una leve sonrisa.

               —Entonces se me acercó el viejo Stanny B. La mitad del vecindario creía que era
           inofensivo y la otra mitad, peligroso. Su abuelo había sido trampero y traficante de
           pieles a principios del 1800. El abuelo de Stanny iba desde la costa hasta Bangor y

           Derry,  llegando  a  veces  hasta  Skowhegan  hacia  el  sur,  para  comprar  pieles,  o  eso
           decía la gente. Llevaba un gran carromato con una cubierta hecha de tiras de piel,

           como los de los charlatanes que vendían curalotodo. Tenía cruces por todas partes,
           porque era buen cristiano y, cuando estaba lo bastante borracho, predicaba sobre la
           Resurrección. Eso decía Stanny, a quien le gustaba mucho hablar de su abuelo.
               »Pero también tenía señales indias, porque creía que todos los indios, cualquiera

           que fuera su tribu, formaban en realidad una sola tribu, aquella de Israel que dice la
           Biblia que se perdió. Decía que todos los indios estaban condenados, pero que su

           magia era eficaz porque, a su manera, ellos también eran cristianos.
               »El abuelo de Stanny seguía traficando con los micmacs y haciendo negocio con
           ellos mucho después de que la mayoría de tramperos y traficantes abandonaran o se
           fueran al oeste, porque pagaba un precio justo y, según Stanny, se sabía la Biblia de

           memoria de cabo a rabo, y a los micmacs les gustaba oírle hablar, porque les decía las
           mismas  palabras  que  les  predicaban  los  hombres  vestidos  de  negro  antes  de  que

           llegaran los cazadores y los granjeros.
               Jud calló. Louis esperaba.
               —Los micmacs hablaron al abuelo de Stanny B. del cementerio, que ellos ya no
           usaban porque el "wendigo" había corrompido el suelo, y del dios Pantano, y de la

           escalera, y demás.
               »Por cierto, en aquella época, la historia del "wendigo" era muy corriente en todo

           el norte. Supongo que ellos necesitarían una historia como aquélla, del mismo modo
           que nosotros, los cristianos, hemos de tener las nuestras. Norma me llamaría sacrílego
           si me oyera; pero, Louis, es la verdad. A veces, cuando el invierno era muy largo y

           crudo y la comida escaseaba, los indios del norte tenían que elegir entre morir de
           hambre o… hacer ciertas cosas.
               —¿Canibalismo?

               —Tal  vez.  —Jud  se  encogió  de  hombros—.  Tal  vez  elegían  a  algún  viejo  ya




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