Page 136 - Cementerio de animales
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años, pero nunca se lo conté a nadie. Los que sabían lo ocurrido tampoco me
hablaban de ello. Más o menos, lo mismo ocurre con el sexo. Si te lo cuento a ti,
Louis, es porque ahora tú tienes un animal diferente. No forzosamente peligroso,
pero… diferente. ¿No te has dado cuenta?
Louis recordó el torpe salto que había dado Church al bajar del inodoro,
golpeándose el costado contra la bañera, recordó aquellos ojos turbios y casi
estúpidos, aunque no del todo, fijos en los suyos.
Al fin asintió.
—Cuando llegué abajo, encontré a mi madre acorralada en un rincón de la
despensa, entre la nevera y un mostrador. Había en el suelo una cosa blanca…, unas
cortinas que ella iba a colgar. En la puerta de la despensa vi a "Spot", mi perro.
Estaba cubierto de tierra y con las patas llenas de barro. Tenía el pelo del vientre
pegado y enredado. No gruñía ni se movía; sólo estaba allí parado, pero, queriendo o
sin querer, a mi madre la había asustado. Estaba aterrorizada, Louis. No sé lo que tú
sentirías por tus padres, Louis, pero yo quería mucho a los míos. La idea de que había
hecho algo que había puesto a mi madre en aquel estado, me impidió alegrarme de
ver a "Spot". Ni siquiera estaba sorprendido.
—Conozco la sensación —dijo Louis—. Cuando vi a Church esta mañana, yo…
Me pareció algo… —se interrumpió. «¿Perfectamente natural?» Fueron las primeras
palabras que se le ocurrieron, pero no eran las más indicadas— …que tenía que
suceder.
—Sí —dijo Jud. Encendió otro cigarrillo. Las manos le temblaban un poco—.
Cuando mi madre me vio, todavía sin vestir, me gritó: «¡Da de comer a tu perro, Jud!
Tu perro tiene que comer. ¡Llévatelo antes de que ensucie, las cortinas!»
»Recogí unas sobras y le llamé. Al principio, no venía. Era como si no supiera su
nombre, y yo casi pensé: «Éste no es "Spot". Es un perro vagabundo que se le parece,
nada más…»
—¡Sí! —exclamó Louis con tanta vehemencia que se sorprendió a sí mismo.
Jud asintió.
—Pero a la segunda o tercera vez de llamarle, acudió. Vino como movido por un
resorte. Y cuando lo saqué al porche, tropezó con la puerta y casi se cae. Se comió las
sobras, mejor dicho, las devoró. Entonces ya se me había pasado la primera
impresión y empezaba a hacerme una idea de lo ocurrido. Me arrodillé y le abracé.
Estaba contento de volver a verle. Durante un segundo, sentí miedo al darme cuenta
de que estaba abrazándole y… Tal vez fueran sólo imaginaciones, pero me pareció
que el perro gruñía. Fue sólo un segundo. Luego, me lamió la cara y…
Jud se estremeció y apuró la cerveza.
—Louis, tenía la lengua helada. Era como si alguien me pasara por la mejilla una
carpa muerta.
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