Page 137 - Cementerio de animales
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Los dos hombres se quedaron en silencio unos instantes. Luego, Louis dijo:
               —Continúa.
               —Cuando hubo comido, saqué un barreño viejo que teníamos para él y le di un

           baño. A "Spot" nunca le gustó el baño. Por regla general, teníamos que bañarlo entre
           mi padre y yo, y acabábamos los dos sin camisa y con el pantalón chorreando, y mi
           padre,  echando  pestes,  y  el  perro,  con  ese  aire  compungido  que  suelen  tener  los

           perros. Y casi siempre se iba directamente a revolcarse en la tierra y se sacudía al
           lado  de  la  ropa  que  mi  madre  tenía  tendida,  llenando  de  tierra  las  sábanas,  y  ella
           entonces nos gritaba que el día menos pensado le dispararía un tiro al perro.

               »Pero, aquel día, "Spot" se sentó en el barreño y me dejó hacer. No se movió para
           nada. A mí no me gustó aquello. Era como…, como bañar un trozo de carne. Luego,
           lo sequé bien con una toalla vieja. Vi las señales de la alambrada. Tenía hendiduras en

           la carne y, aunque no estaban cubiertas de pelo, parecían cicatrices de más de cinco
           años, no sé si sabes lo que quiero decir.

               Louis asintió. En su profesión, había visto aquellas cicatrices hendidas. Era como
           si la carne no acabara de crecer. Ello le hizo pensar en las tumbas de sus días de
           aprendiz de enterrador, y en que siempre faltaba tierra para rellenarlas.
               —Luego le miré la cabeza. Allí, detrás de la oreja, tenía un pequeño hoyo, pero

           estaba cubierto de pelo blanco.
               —Donde tu padre le disparó —dijo Louis.

               —Aja.
               —Un tiro en la cabeza no siempre es definitivo, Jud. Hay suicidas frustrados que
           vegetan  en  los  hospitales,  alimentados  por  tubos,  y  otros  que  andan  por  ahí  tan
           frescos. Y es que el proyectil puede rebotar en el cráneo, desplazarse pegado a él en

           semicírculo y salir por el otro lado sin penetrar en el cerebro. Yo vi a un hombre que
           se  disparó  un  tiro  encima  del  oído  derecho  y  murió  porque  la  bala  le  atravesó  la

           yugular, después de dar toda la vuelta a la cabeza. La trayectoria de la bala parecía
           una carretera.
               Jud asintió sonriendo.
               —Sí, leí algo parecido en un periódico de Norma, el "Star" o el "Enquirer". Pero

           si mi padre decía que "Spot" estaba muerto, es que estaba muerto, Louis.
               —De acuerdo.

               —¿Estaba muerto el gato de tu hija?
               —A mí me pareció que sí.
               —Un poco más de precisión, Louis, que eres médico.

               —Soy médico, pero no Dios. Estaba oscuro…
               —Sí, estaba oscuro, y la cabeza le giraba como si tuviera cojinetes, y cuando lo
           levantaste  del  suelo,  estaba  pegado  al  hielo,  Louis.  Hizo  un  ruido  como  de

           esparadrapo. Lo que está vivo no suena así. Para no fundir el hielo que tienes debajo




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