Page 204 - El Misterio de Salem's Lot
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—Por Dios, qué aspecto tan maravilloso —la saludó Ben.
               En el marco de blancos impecables y verdes anémicos del hospital, Susan Norton
           tenía un aspecto realmente magnífico. Llevaba una blusa amarillo brillante con rayas

           verticales negras, y falda corta tejaría.
               —Tú también pareces estar bien —respondió la muchacha mientras cruzaba la
           habitación.

               Ben la besó con ardor, mientras su mano se deslizaba hacia la curva de la cadera.
               —Eh —protestó Susan, interrumpiendo el beso—. Que nos reñirán por esto.
               —A mí no me reñirán.

               —Pero a mí sí.
               Los dos se miraron.
               —Te quiero, Ben.

               —Yo también te quiero.
               —Si pudiera meterme ahora mismo contigo en la cama...

               —Espera a que aparte las mantas.
               —Pero  ¿cómo  se  lo  explico  a  las  enfermeras?  —Diles  que  me  estás  dando  un
           masaje.
               Sonriente, Susan sacudió la cabeza y acercó una silla.

               —Han sucedido muchas cosas en el pueblo, Ben.
               Él se puso serio.

               —¿Como qué?
               —Realmente no sé cómo contártelo —vaciló Susan—, ni qué creer yo misma.
           Estoy hecha un lío, por decirlo de la manera más suave.
               —Bueno, pues cuéntamelo y déjame a mí desenredarlo.

               —¿Cómo te sientes, Ben?
               —Mejor. Nada grave. El medico de Matt, el doctor Cody...

               —¿Cómo te sientes mentalmente? ¿Hasta qué punto crees esta historia del conde
           Drácula?
               —Ah, te refieres a eso. ¿Matt te lo contó?
               —Matt está aquí, en el hospital, En la unidad de cuidados intensivos. ;

               —¿Qué? —Ben se irguió, apoyándose en los codos—. ¿Qué le sucedió?
               —Un infarto.

               —¡Dios mío!
               —El doctor Cody dice que su estado se ha estabilizado, aunque todavía persiste la
           gravedad,  pero  eso  es  lo  normal  durante  las  primeras  cuarenta  y  ocho  horas.  Yo

           estaba con él cuando sucedió.
               —Cuéntame todo lo que recuerdes, Susan.
               La expresión de placer había desaparecido de su rostro, que estaba ahora alerta y

           tenso. Perdido en la habitación blanca y las sábanas blancas y el camisón blanco del




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