Page 208 - El Misterio de Salem's Lot
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—Pero esto... esto otro es una locura, Ben.
               —Sí, como Hiroshima.
               —¡Quieres  terminar  con  eso!  —exclamó  ¡súbitamente  Susan.  ¡No  sigas

           haciéndote el intelectual cínico que no te va nada bien! De lo que estamos hablando
           es de historias dé viejas, pesadillas, psicosis o corno quieras llamarlo...
               —Oh,  mierda  —masculló  Ben—.  Míralo  de  otro  modo.  El  mundo  se  está

           viniendo abajo y tú te escandalizas por unos pocos vampiros.
               Salem's Lot es mi pueblo — se obstinó Susan — , y si algo sucede aquí, es real,
           no son delirios.

               —No me lo digas a mí. — Con un dedo, Ben señaló el vendaje que tenía en la
           cabeza — . Y a tu ex parece que le dio fuerte.
               —Oh, lo siento. Es un aspecto de Floyd que no conocía. Y no lo entiendo. —

           ¿Dónde está él ahora?
               —En la celda de los borrachos. Parkins Gillespie le contó a mamá que tendría que

           entregarlo al condado... es decir, al sheriff McCaslin, pero que prefería esperar a ver
           si tú pensabas presentar una denuncia.
               —¿Qué sientes tú hacia él?
               —Nada —respondió Susan con firmeza — . Ha dejado de ser parte de mi vida.

               —No voy a denunciarlo. — Las cejas de Susan se arquearon — . Pero quiero
           hablar con él.

               —¿De nosotros?
               Del motivo por el que se me echó encima con abrigo, sombrero, gafas de sol., y
           guantes de goma.
               —Bueno — sánalo Ben, mirándola — , el sol ya estaba alto. Y daba sobre él. Y

           tuve la impresión de que no le gustaba.
               Los dos se miraron sin decir palabra. No parecía que hubiera más que decir sobre

           el tema.



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               Cuando  Nolly  le  llevó  a  Floyd  su  desayuno  traído  del  Café  Excellent,  Floyd

           dormía  profundamente,  y  a  Nolly  le  pareció  una  tontería  despertarlo  para  que  se
           comiera  un  par  de  huevos  fritos  recocidos  y  unas  rodajas  de  tocino  grasiento  que
           había preparado Pauline Dickens, de modo que el propio Nolly dio cuenta de todo eso

           en  la  oficina,  y  se  bebió  el  café  también.  El  café  sí  era  bueno;  eso  había  que
           reconocérselo a Pauline. Pero cuando le llevó la comida y Floyd seguía durmiendo
           sin haber cambiado de posición, Nolly empezó a asustarse y dejó la bandeja en el

           suelo para golpear la reja con una cuchara.




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