Page 288 - El Misterio de Salem's Lot
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Ahora, el coche patrulla estaba aparcado donde terminaba Deep Cut Road, y
apenas si algún destello de cromo se distinguía entre los brotes de juníperos, heléchos
y enredaderas. McCaslin estaba doblado en dos en el maletero. La radio le llamaba a
intervalos.
Esa misma mañana, más tarde, Susan hizo una breve visita a su madre, pero sin
dañarla mucho; como una sanguijuela que acaba de sacar buen partido de un nadador
lento, estaba satisfecha. Pero de todas maneras la habían invitado a entrar, y ahora
podía moverse a su antojó. Ya volvería a tener hambre esa noche y todas las noches.
Esa misma madrugada poco después de las cinco, con la cara cincelada por la
furia en una máscara sardónica. Charles Griffin había despertado a su mujer. Fuera,
las vacas sin ordeñar mugían lastimosamente con las ubres llenas.
—Estos malditos muchachos se han escapado —fueron las palabras con que
resumió la situación.
Pero no era así. Danny Glick se había encontrado con Jack Griffin y se había
saciado a expensas de él, tras lo cual Jack había ido al cuarto de su hermano Hal a
poner término de una vez a su preocupación por los libros, la escuela y los padres
inflexibles. Ahora los dos descansaban en el centro de una enorme pila de heno en lo
alto del granero, con el pelo lleno de paja, mientras un polen dorado se les metía en
las narices oscuras e inmóviles. Algún que otro ratón les corría por la cara.
Ahora que la luz se derramaba por la comarca, todo lo malo dormía. Iba a ser un
hermoso día otoñal, fresco y transparente, lleno de sol. En general, la gente del
pueblo (que no sabía que estaba muerto) se iría a su trabajo sin sospechar lo sucedido
durante la noche. Según ti Almanaque del Granjero, el lunes el sol se ocultaría a las
siete en punto.
Los días se acortaban, acercándose deprisa a la fiesta de Todos los Santos, y
después hacia el invierno.
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Cuando Ben bajó las escaleras a las nueve menos cuarto, Eva Miller le advirtió
desde el fregadero:
—Hay alguien esperándole en el porche.
Él hizo un gesto de asentimiento y se dirigió a la puerta del fondo, en pantuflas,
esperando ver a Susan o al sheriff McCaslin. pero el visitante era un muchachito
menudo y delgado que estaba sentado en el escalón superior del porche, mirando
hacia el pueblo, que iba recuperando lentamente su vitalidad de los lunes por la
mañana.
—Hola —le saludó Ben, y el chico se dio la vuelta rápidamente.
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