Page 63 - Un café con sal
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—No, cielo. Hoy no trabajas. Te doy el día libre.
      Divertida por aquello, sonrió y, al ver que bajaba la escalera del hotel mientras la gente aplaudía a

  su paso, preguntó:
      —¿Adónde vamos?
      William, feliz como nunca en su vida, anunció:
      —A mi casa, que a partir de este instante es nuestra casa. Allí te desnudaré, te haré el amor y
  terminaré de convencerte para que te cases conmigo mañana mismo, aunque sea en Las Vegas. Ah,

  por cierto, hablé con tu padre esta mañana y tanto él como tu madre nos dan su bendición y no te
  esperan esta noche a dormir.
      Alucinada, lo miró.

      —¿Has hablado con mis padres?
      Él asintió y explicó:
      —Cuando saliste de casa, me recibieron y tuve una larga e interesante conversación con ellos. Por
  cierto, tu madre hace unas tostadas muy ricas.
      Boquiabierta al pensar en sus padres, soltó una carcajada y, observándolo, cuchicheó:

      —Willy, estás loco.
      Encantado por aquello, él la besó y añadió:
      —Me encanta que me llames Willy y, sobre todo, saber que hago buena pareja con Lizzy la Loca.

      La  susodicha,  al  oír  aquello,  puso  los  ojos  en  blanco  pero  finalmente  sonrió.  Él  acababa  de
  cometer una gran locura por amor y, sin duda, ella no se iba a quedar atrás.
      Los  cuentos  de  princesas  que  su  madre  le  leía  cuando  era  pequeña  no  existían  o  raramente
  pasaban en la vida. Sin embargo, ella era una chica afortunada y su cuento de amor, con su morboso
  y maravilloso príncipe llamado William, acababa de comenzar.
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