Page 352 - La máquina diferencial
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Memorando al Despacho Exterior
En esta ocasión, nuestro distinguido invitado, el ex presidente de la Unión
Americana, señor Clement L. Valladingham, se emborrachó como un cosaco. El
eminente demócrata demostró que podía ser tan libertino como cualquier lord inglés.
Manoseó a la señora A., besó a la aterrorizada señorita B., pellizcó las posaderas de la
señora C. y persiguió a la señorita D. con evidentes intenciones de forzarla.
Finalmente, tras provocar la histeria de nuestras invitadas femeninas
comportándose como un elefante en celo, la noble bestia fue capturada y llevada a la
fuerza al piso de arriba por el personal de la casa. En su habitación lo esperaba la
señora Valladingham, en camisón y gorro de dormir. Allí y en ese momento, para
nuestro asombro, este notable sujeto sació su frustrada lujuria en la persona entregada
de su legítima esposa, vomitando copiosamente durante la operación. Nadie que
conozca al señor Valladingham encontrará increíble este suceso.
Me ha llegado la noticia de que el antiguo presidente de Texas, Samuel Houston,
ha muerto en Veracruz, su exilio mexicano.
Estaba, según creo, esperando cualquier llamada a las armas que pudiera
devolverlo a una posición de eminencia; pero los alcaldes franceses eran demasiado
astutos para él. Houston tenía sus defectos, lo sé, pero valía diez veces más que
Clement Valladingham, quien firmó una paz deshonrosa con la Confederación y ha
permitido que los buitres del comunismo del Manhattan rojo royeran el cadáver de su
deshonrado país.
—Lord Liston, 1870
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