Page 348 - La máquina diferencial
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Caballeros, la decisión es suya




                       [En el momento álgido de la crisis parlamentaria de 1855, lord Brunel
                  reunió  a  su  gabinete  y  se  dirigió  a  sus  miembros.  Sus  palabras  fueron

                  registradas  por  su  secretario  privado  usando  la  notación  taquigráfica  de
                  Babbage].


               —Caballeros,  no  soy  capaz  de  recordar  una  sola  ocasión  en  la  que  cualquier
           individuo del partido o del Gobierno haya hablado, ni siquiera por pura casualidad, en
           mi  defensa  en  el  Parlamento.  He  esperado  paciente,  y  creo  poder  decir  que

           estoicamente,  mientras  hacía  lo  poco  que  podía  para  proteger  y  extender  el  sabio
           legado  del  fallecido  lord  Byron  y  para  curar  las  heridas  que,  en  su  temeridad,

           infligieron a nuestro partido ciertos jóvenes ardientes de celo.
               »Pero  no  he  percibido  ningún  cambio  en  el  desprecio  con  el  que  ustedes,
           honorables caballeros, parecen mirarme. Por el contrario, las dos últimas noches se

           han  consagrado  al  debate  de  una  moción  de  confianza,  dirigida,  obvia  y
           especialmente, contra el jefe del Gobierno. La discusión se ha caracterizado por un
           grado de beligerancia hacia mi oficina aún mayor de lo habitual, sin que ninguno de

           ustedes, los miembros de mi propio gabinete, salieran en mi defensa.
               »¿Cómo, en semejantes circunstancias, esperan que podamos resolver el asunto
           del asesinato del reverendo Alistair Roseberry? Este vergonzoso y atávico crimen,

           brutalmente  perpetrado  en  el  interior  de  una  iglesia  cristiana,  ha  mancillado  la
           reputación  del  partido  y  del  Gobierno,  y  proyectado  graves  dudas  sobre  nuestras
           intenciones  y  nuestra  integridad.  ¿Y  cómo  vamos  a  desarraigar  a  las  terribles

           sociedades partidarias del atraso, cuyo poder y cuyas audaces provocaciones crecen
           día tras día?
               »Dios sabe, caballeros, que nunca he querido este cargo para mí. Habría hecho

           cualquier cosa que no fuese contra mi honor para poder rechazarlo. Pero debo ser el
           señor  de  esta  casa  o,  en  caso  de  no  poder  serlo,  dimitir,  abandonar  la  nación  al
           liderazgo  espurio  de  hombres  cuyas  intenciones  están  cada  vez  más  claras.

           Caballeros, la decisión es suya.






















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