Page 90 - El manuscrito Carmesi
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Antonio Gala             Descargado de http://www.LibrosElectronicosGratis.com/  El manuscrito carmesí


                     “El amor no es un huerto, ni un palacio.
                     Ni es la gloria, ni el oro, ni el olor de las flores.
                     No es la puerta del Paraíso, ni la canción risueña de los días felices, si es que hubo
               alguno.
                     El amor no es un oasis, ni una torre de plata, ni una alegre palmera en medio de la
               noche.”

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                     “Tu voz es mi casa, cantor: mala o buena, es mi casa.
                     El alba junto a ti es lo mismo que un niño que pela una naranja.
                     Sus mondaduras es lo único que tengo para vivir de ahora en adelante.”

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                     “Tu amor está tan ajeno del mío como un califa en su fortaleza mirándose a sí mismo
               en espejos de oro.
                     Una vez más, veo al enemigo frente a mí y el mar detrás de mí. ¿Adónde iré?
                     Y, si permanezco quieto, ¿quién se acercará antes: el mar o el enemigo?”

                     12

                     “Tus abrazos se encarnizan con mi debilidad.
                     Cuánto calor emana de tu cuerpo.
                     Voy hacia ti igual que quien camina de espaldas y tropieza.
                     Te miro, y eres como arena en mis ojos; te toco, y se desprende de mis dedos la piel.
                     Al verte comprendí que mi amor no iba a ser más pequeño que yo.
                     Y yo soy mucho más grande que tú, copero, amigo mío, porque te llevo dentro y no
               puedo encontrarte.”



                     13

                     “Dicen que eres buen soldado, y que, entre lanzada y lanzada, escribes bellos versos.
                     No me sorprende: en ti se alían la hermosura y la fuerza.
                     Contra mí, contra mí.
                     Pero en el lecho, la batalla de amor a los dos nos derrota.
                     Ni un disparo se escucha, ni un poema.
                     Aquí no es el dolor quien gime, sino el gozo; ni el odio tiraniza, sino sólo el deseo.
                     ¿Por qué los pueblos no aprenden de nosotros en este cuerpo a cuerpo que a los dos
               nos derrota?”


                     De una manera brumosa, como supongo que los peces  ven desde  sus abismos la
               claridad del sol, adiviné ásimultáneamente a los hechos que acabo de relatarú que mi hora

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