Page 132 - Resiliente
P. 132

Cientos de gemidos, estaban por toda la zona, no sé cuántos

                                    ni puedo calcular cuántos fueron, pero eran bastantes, Máximo
                                    me miro, y recuerdo bien la mirada de angustia que tenía,

                                    si teníamos una horda ya mezclada entre los bosques del sector
                                    entonces podría llamarse que teníamos un peo realmente grande,

                                    nos quedamos tiesos junto a dos arboles gruesos y viejos.


                                            —¿Qué vamos hacer? —dijo Máximo mirándome.
                                            —Pues... tenemos que seguir revisando —le dije —seguir

                                    caminando, sacar a esos bastardos a la luz.
                                            —¿Así tal cual vamos? Esto es una locura.

                                            —Bueno... entonces ¿Qué sugieres? Si esos malditos se unen
                                    y se vienen contra el refugio será todo.



                                    Máximo asintió con la cabeza, y su rostro cambio a un tono

                                    sombrío, mas temerario, sin embargo podía ver su angustia...
                                    justo allí en sus ojos... esa mirada de miedo no se podía

                                    ocultar, y yo no puedo decir que yo no estuviera asustado,
                                    esos lacónicos aullidos por toda la zona solo me decía que

                                    había cientos de esas cosas colocadas allí con la sola misión
                                    de hallar comida... y nosotros somos la comida ,Máximo y yo

                                    avanzamos por unos treinta o cuarenta minutos dándole vueltas
                                    a toda la zona cercana, una y otra vez, para que no se nos ol-

                                    vidara nada, un rato más tarde decidimos volver a la barricada
                                    y sellamos de nuevo una de las entradas, nos sentamos en unas

                                    sillas de piedras y la grama ya estaba tan alta como para que
                                    no nos viéramos los zapatos.



                                            —Ahora que, esos siguen allí...

                                            —Tenemos que ir más arriba —le dije yo.
                                            —¿A la finca? Por qué solamente hay una finca más allá de

                                    ésta urbanización.
                                            —Te estas olvidando de todas las residencias que hay más

                                    allá de la calle.
                                            —Si —dijo Máximo —vivir en la ciudad y Caracas me hizo

                                    olvidar de toda la gente que vive en este sitio por más lejos
                                    que esten de la ciudad.




                   132
   127   128   129   130   131   132   133   134   135   136   137