Page 234 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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234 EL MUNDO HELENÍSTICO
ocupación de Bactriana por los nómadas y, en consecuencia, de la dis
minución del comercio terrestre, la India y el Mediterráneo se relacio
naban por vía marítima, gracias a lo cual se transportaban objetos chi
nos, especialmente la seda. Finalmente, parece demostrado que la pista
septentrional que venía de China a través de Mongolia, rodeando por el
norte el gran macizo central de Asia, no finalizaba necesariamente en Sa
marcanda y en Bactra: quizás un desvío llegaba directamente a Olbia, en
el mar Negro.
Cabe reconocer, sin embargo, que todo ello es poco en comparación
con la embajada enviada por Marco Aurelio al emperador chino en el 166.
Del uadi Bu Regreg al Ganges y del Elba al Nilo Azul, el único fac
tor capaz de unificar un poco un mundo de tan irisada diversidad fue la
difusión del helenismo. Pero las formas de pensamiento y de vida de los
griegos fueron asimiladas de manera desigual, según la lejanía, el carác
ter étnico y, sobre todo, el grado de civilización. Mientras que Roma se
transformó completamente a partir de sus contactos con los reinos hele
nísticos, y los celtas, los íberos o los nubios lograron alcanzar una exis
tencia más humana gracias a ellos, los indios apenas les deben más que
un sentido nuevo de la belleza.
El helenismo se impuso por doquier no por la fuerza, sino mediante
su indefinible seducción. Alcanzó tanto a los pueblos sometidos como a
los romanos, victoriosos de los griegos, y a los partos o a los escitas, li
berados de la tutela de éstos. La famosa frase de Horacio (Epístolas, 2,1,
156) sobre «la Grecia vencida que ha vencido a su feroz vencedor» se
podría aplicar, no sólo a la Roma republicana, sino también a muchas
otras naciones.
De esta suerte, rendirse a los atractivos del helenismo nunca supuso,
para pueblo alguno, renunciar a sí mismo, sino que fue como encontrar
los medios para realizarse plenamente, para expresarse mejor, para ac
ceder a una vida más humana. De ahí la importancia del arte, que ex
tendió las formas de la suprema armonía, un lenguaje en que materia y
espíritu parecen en comunión, una sintaxis que oculta la más sabia arti
culación de las apariencias y de la realidad esencial. Para los mejores, el
helenismo fue una liberación, el acceso a los templos serenos, la libera
ción de supersticiones y ritualismos. Y para todos fue una revelación,
una clara toma de conciencia de las propias virtudes, un medio para pro
fundizar en sus creencias más íntimas. Por ello, el austero rostro de los
héroes de Entremont o la sonrisa burlona de los buda de Gandhara pue
den ser, igualmente, hijos de Grecia.