Page 230 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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230                   EL  MUNDO HELENÍSTICO

     gresos de la evangelización budista: como una piedra arrojada al agua a
     cuyo alrededor se forman ondas cada vez más lejanas.
        2.    Las excavaciones han permitido descubrir un fenómeno parecido
     al de la creación del arte grecoindio: el nacimiento de un arte grecobac-
     triano. En Jaltchayan, en las ruinas de una ciudad situada a orillas de un
     afluente del Amu Daryá, se halló un grupo de esculturas claramente ins­
     piradas en modelos helenísticos, aunque profundamente transformadas
     al gusto o las costumbres iraníes. Una Atenea lleva un casco bactriano y
     un vestido ceñido con mangas; su rostro, desprovisto de la serenidad vi­
     ril propia de la hija de Zeus, tiene una expresión de una dulzura femeni­
     na tan personal que debía de reproducir los rasgos de una reina saka.
     Niké aparece en numerosas representaciones, pero en un entorno reli­
     gioso o político muy local: en un bajorrelieve, planea sobre un busto de
     Mitra; en un medallón de terracota, corona a un rey sentado en un tro­
     no zoomorfo, junto a su visir, y tocado con un sombrero puntiagudo.
        Es  curioso  que esas  destacables  creaciones  daten  del período que
     sigue a la caída del Imperio grecobactriano, ruina que no impidió la di­
     fusión del helenismo, por lo menos en el arte más oficial, porque las es­
     tatuillas de terracota de la misma excavación, de tipología extremada­
     mente variada, siguen siendo indígenas.


     Los contactos intelectuales


        Las relaciones de India con Occidente no se limitaban al intercam­
     bio de productos de lujo ni a las lecciones del arte griego, sino que se
     instauró un mejor conocimiento entre ambos mundos. Cierto es que ta­
     les contactos no eran nuevos; sin ir más lejos, algunos elementos orien­
     tales del pitagorismo podrían haber sido indios, y, en todo caso, lo es,
     presumiblemente, el «gran año» de 10.800 años que, según Heráclito,
     permitía a los astros recuperar sus posiciones. Aristoxeno de Tarento,
     discípulo de Aristóteles, cuenta la visita a Sócrates de un sabio indio que
     le explica que no se pueden conocer las cosas humanas sin conocer las
     cosas divinas: verdadera o falsa, la anécdota no es absurda. La historia
     de las ciencias (sobre todo, astronomía y medicina) también proporciona
     ejemplos de esa misma influencia del este en el oeste. Los tratados hipo-
     cráticos conocían medicaciones indias; el De los aires explica la enferme­
     dad por la circulación del viento en el cuerpo, siguiendo las especula­
     ciones brahmánicas. El Platón del Timeo narra el equilibrio corporal a
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