Page 227 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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MÁS  ALLÁ  DE  LAS  FRONTERAS  POLÍTICAS  227

     taba el Ciros y descendía el Fase hasta el Ponto, desde donde llegaba fá­
     cilmente al Mediterráneo. Pero hay varios puntos oscuros, especialmen­
     te el paso hasta el Caspio  (incluso algunos han supuesto erróneamente
     que, en aquella época, el Oxus no desembocaba en el mar de Aral, sino
     en el Caspio): quizá la confusión fuese creada por el Oco (Hari Rud), cu­
     yo nombre a menudo pudo ser confundido con el Oxus por los antiguos.
         En cada una de aquellas tres vías, el papel de los intermediarios fue
     importante, y no es posible imaginar que los mercaderes griegos trans­
     portaran por sí solos las mercancías de una punta a otra de su largo tra­
     yecto. La ruta marítima estaba básicamente en manos de marineros ára­
     bes o indios,  que relevaban a los caravaneros  de Arabia.  La gran ruta
     terrestre también provocaba una serie de transferencias: el nombre de la
     pimienta {piperi), que es indio, fue atribuido a los persas en un tratado
     hipocrático de finales del siglo IV, porque el producto les llegaba a los
     griegos por Persia. La progresiva reducción de los Estados seléucidas hi­
     zo cada vez más difíciles las dos últimas rutas: había que atravesar la Par­
     tía independiente y, a partir del año 100, los principados saka, que se ha­
     bían instalado sobre los restos del reino grecobactriano.
        En aquel comercio, la balanza era claramente desfavorable al mun­
     do griego, que compraba más de lo que vendía, lo cual explica, en par­
     te, su progresivo empobrecimiento en metales preciosos. No obstante,
     los objetos más lujosos transitaban hacia Oriente por esas mismas rutas,
     como demuestran excavaciones tan instructivas como las de Begram.
        En los primeros siglos de nuestra era, Begram se convirtió en la ca­
     pital de verano de los emperadores «indoescítas», como el gran Kanish-
     ka. En las ruinas del gran palacio real, destruido a raíz de la toma de la
     ciudad por Sapor I, en el 241  d.C., se descubrió un gran tesoro, lenta­
     mente  acumulado,  y formado  por  piezas helenísticas,  objetos  iraníes,
     marfiles indios y lacas chinas:  ¡extraño encuentro de los frutos más bellos
     de cuatro civilizaciones! Los hallazgos griegos, de materiales muy diver­
     sos (bronce, vidrio coloreado, cristal, pórfido, e incluso yeso), proceden
     en  su mayoría de Egipto,  aunque  algunos pueden  atribuirse a la  Siria
     seléucida. Los temas son muy variados (Faro de Alejandría, paisaje por­
     tuario, Homero, Sófocles y las Musas...), y hay numerosas representacio­
     nes religiosas (raptos de Ganimedes y de Europa, Tykhé, Serapis-Hera-
     cles llevando a la vez modius y maza, Eros mofletudo con una mariposa
     que representa el alma, Dionisos asistiendo a la cocción ritual del cer­
     do, Baco niño). No puede dejarse de pensar en la sorprendente atrac­
     ción que el arte helénico ejercía sobre los reyes indios, ni en el intermi-
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