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¡SÉ HUMANO! ¡HUMANO!

                   Sus hombros rozan mis hombros. Sus gritos atraviesan mis
               oídos.
                   Ante mis ojos la gente del Paraíso se abraza gozosamente.

                   Se visitan unos a otros en sus lugares de honor más elevado,
               y besan los labios de las hurís.

                   Mis oídos ensordecen con los gritos ‘¡Ay de nosotros!’ ‘¡Ay
               de nosotros!’ que salen de las bocas de los miserables que están
               en el Fuego, y ‘¡Ay, que pena!’
                   Solamente son unos apuntes. Descubriría toda la profundidad
               de mi conocimiento, pero temo ofender al Mensajero de Allah.

                   Hablaba de esta manera, intoxicado. El Profeta (r) tiró del
               cuello de su camisa.

                   Y dijo: ¡Ten cuidado! Tira de las riendas, porque tu caballo
               va demasiado deprisa. Cuando la reflexión no se avergüenza de
               hablar, la verdad golpea el corazón, y el recato desaparece.”





                   A veces el éxtasis que llenaba el corazón del Profeta (r)
               alcanzaba tales proporciones que le resultaba difícil soportarlo.
               Ocurría sobre todo en los momentos en los que recibía la
               Revelación; sentía un peso sobrecogedor y su frente sudaba. Solía
               decirle en estos momentos a su esposa Aisha (c):
                   - ¡Oh Aisha! Me ha sobrevenido este estado espiritual. Por
               favor, ven y habla conmigo.
                   Cuando, por otro lado, las preocupaciones cotidianas le
               venían encima le decía a Bilal:
                   - ¡Oh Bilal! ¡Da el adhan!
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