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LÁGRIMAS DEL CORAZÓN
Muhammad (r), mientras que el sustento de los seres bajos es la
impureza de todo género.
Al contemplar el rostro del Profeta Muhammad (r), Abu
Bakr (t) decía asombrado: “¡Qué bello!” Abu Yahl, en cambio,
sentía odio al verlo. El secreto de esta diferencia está en que
ambos observaban su propia naturaleza reflejada en el semblante
del Profeta (r).
Los siervos justos, cuyo papel en este mundo es continuar
la labor transmisora y educativa de los Profetas, han dicho:
“Somos como espejos pulidos en los que cada uno ve su propio
reflejo.” Un espejo no puede mentir ni distorsionar la imagen.
Intrínsicamente, es incapaz de reflejar algo que es bello como
algo feo y viceversa. El hecho de que el reflejo sea como la
forma que representa, es un axioma. Tal es la dimensión en la
que actúan los siervos justos de Allah. Lo que observamos en
el espejo es lo que percibe Allah. Es objetivo y verdadero en el
sentido más profundo de la palabra. El que se mira en él observa
en su rostro la realidad de su ser.
Sheik Nazi Misri (ﻩﺮﺳ ﺱﺪﻗ) dijo a este respecto que su corazón
era como un espejo:
“Soy un espejo para la gente. El que mire en él verá al
instante.
Lo que verá no será otra cosa que el reflejo de sí mismo,
sea positivo o sea negativo.”
Rumi (ﻩﺮﺳ ﺱﺪﻗ) dijo:
“¿Puede el espejo suprimir la verdad por miedo a herir o
avergonzar a alguien?
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