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¡SÉ HUMANO! ¡HUMANO!
era un honor y bendición servirle y estar en contacto con su
excepcional personalidad. Incluso cuando su padre descubrió
dónde estaba y vino a rescatarle y llevarle consigo a casa, se negó
y le dijo al Profeta (r):
- ¡Oh Mensajero de Allah! ¡Eres todo para mí! No hay nadie,
en mi corazón, por encima de ti.
Declaraba así que prefería servir al Profeta (r), que vivir
libremente con su familia. Fue una de las razones por las que el
Profeta (r) le amaba tanto, se preocupaba por él, y compartía
con él su gran sabiduría. Zaid (t) la recibía con éxtasis.
El Profeta Muhammad (r) le preguntó:
- ¿Cuál es el signo del jardín de tu fe? ¿Me puedes describir
sus características?
Le contesto Zaid (t):
- Desde que perdí todo interés por este mundo, paso mis días
sin agua y mis noches sin sueño. Las noches y los días pasan para
mí como la lanza pasa por el escudo. He alcanzado el secreto de
la certeza del conocimiento por medio de la experiencia directa.
Cuando tengo la consciencia de ellos, veo que el tiempo deja de
existir. Una hora equivale a un siglo. Cada cosa visible no es sino
la manifestación del Uno, del Único. Allí no existe ni el día ni la
noche, solamente la eternidad sin principio ni fin. Es un mundo
más allá del horizonte de la razón humana, donde no hay ni
tiempo ni espacio. Cuando experimenté esta visión por primera
vez, sentí como si viese el Trono de mi Señor, y como si viese a la
gente del Paraíso visitándose unos a otros; y a la gente del Fuego,
odiándose unos a otros.
Y añadió:
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