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LA CARIDAD DEL OPRESOR

                   Podemos observar que Yavus Selim actuó como un león
               en el desierto de Sinai, como un creyente humilde y agradecido
               cuando entró en El Cairo, y como un sufi con una profunda vida
               interior cuando se acercó a Estambul. Le recitó a Hasan Can la
               siguiente estrofa:
                   “Es propio de un sultán en este mundo una lucha justa.
                   Es superior a ellos solamente ser discípulo de un siervo justo.”





                   El mismo asistente, Hasan Can, describe así los últimos
               instantes de la vida de Yavus Selim:
                   “Sufría de un ántrax en la espalda que expandió rápidamente
               y perforó el cuerpo de tal manera que se podía ver el hígado a
               través del agujero. Su dolor era terrible. Me acerqué a él y le dije:

                   -¡Mi sultán! Pienso que el tiempo de la reunión con Allah
               ha llegado.

                   Se volvió hacia mí, me miró a la cara asombrado y dijo:
                   -¡Hasan! ¡Hasan! ¿Con quién piensas que he estado hasta
               ahora? Léeme por favor la surah Yasin…
                   Murió cuando estaba leyéndola.”

                   Las grandes victorias que tuvieron lugar durante su gobierno
               de nueve años, y la posterior alabanza de los mortales no le
               pueden deslumbrar ni derrotar. Vivó con el único objetivo de
               cumplir su misión como un siervo digno de su Señor.
                   ¡Señor! Ayúdanos a ser como Tus siervos veraces. Éste es el
               verdadero poder.
                   Amin.
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