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LÁGRIMAS DEL CORAZÓN

                  vosotros voláis libremente, mi corazón llora sangre. Si me deseáis
                  algo de felicidad, tomad en mi nombre unos tragos de las aguas
                  vivificantes y derramad algunas gotas en la tierra en recuerdo de
                  vuestro hermano olvidado.”

                      El comerciante aceptó la petición del loro. Al llegar a la India,
                  vio algunos loros que volaban entre los árboles. Les transmitió el
                  mensaje de su loro. El efecto de este mensaje lleno de lágrimas
                  y súplicas afectó los corazones de los loros de la India hasta tal
                  punto que uno de ellos se puso a temblar, cayó al suelo, perdió la
                  respiración y murió.
                      El comerciante no salía de su asombro. Se arrepintió de
                  lo que había hecho. “He causado la muerte de un ser vivo. He
                  cometido una grave falta. Muy probablemente, este loro era
                  pariente lejano de mi loro. ¿Por qué lo habré hecho? ¿Por qué le
                  habré herido con mis palabras?” Cuando volvió a casa, le contó
                  al loro lo que había pasado, añadiendo:
                      - ¡Oh loro! Todavía me estoy arrepintiendo de eso. Pero, ¡qué
                  sentido tiene tener remordimientos después del hecho!
                      El loro enjaulado no se perdía ni una palabra de lo que le estaba
                  contando el comerciante. Igual que el loro muerto en la India,
                  tembló y cayó inmóvil al suelo de su jaula. El comerciante se quitó el
                  sombrero y, agitado sobremanera, lo lanzó al suelo, gritando:

                      - ¡Oh mi loro tan bello! ¡Mi pájaro de voz excepcional!
                  ¿Qué te ha pasado? ¿Qué ocurre? Si Suleyman hubiese tenido un
                  pájaro como tú, se habría olvidado de todos los demás.

                      Así gritaba el comerciante porque se dio cuenta de que el loro
                  era la fuente de alegría para él. Solía hablar con él y compartir sus
                  pensamientos. Ahora se estaba diciendo a sí mismo:
                      - Allah da, y Allah quita.
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