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DEL CAUTIVERIO A LA LIBERTAD

                   Su corazón sufría porque había sido separado de su loro.
               Buscaba desesperadamente una solución… Empezó a culpar de
               todo a su lengua:
                   - Has causado dos muertes. Me has hecho mucho daño. ¡Oh
               lengua! Eres a la vez fuente de destrucción y de alegría. Has roto
               mi corazón. Aunque te obedece, también sufre por ti. A veces
               traes tesoros como si fueras la lengua de un sabio, y a veces traes
               un dolor constante como la venenosa lengua de la corrupción.
               Eres capaz de sacar a una culebra de su guarida y hacer que un
               hombre abandone su  din. ¿No vas a mostrarme misericordia?
               ¿Has decidido matarme a mí también?

                   Después de haberse lamentado de esta manera durante un
               buen rato, el comerciante cogió el cuerpo sin vida de su loro
               y se puso a pensar dónde enterrarlo. En ese mismo instante el
               loro, que solamente se hacía el muerto, revivió. Se echó a volar
               y se sentó en la rama del árbol más cercano. El comerciante se
               asombró profundamente. Totalmente perplejo, preguntó:

                   - ¡Oh pájaro! Por Allah, explícate. ¿Cuál es el secreto detrás de
               todo esto? A lo mejor puedo sacar de ello algún provecho para mí.
                   El loro le contestó:
                   - El loro del que me hablaste me ha guiado, me ha enviado
               un mensaje por medio de sus actos. Me ha aconsejado, y su
               consejo fue como el elixir de la vida para mi corazón sufriente.
               Me transmitió lo siguiente: ‘La causa de tu cautiverio es tu voz
               tan bella. Cantas y haces felices a los jóvenes y a los ancianos.
               Provocas el éxtasis a los sabios y también a los que carecen de
               educación. A todos entretienes con tus alegres canciones. Detente
               ahora, concéntrate, y contempla tu situación. Deja de cantar.
               Muere como yo, y escapa de tu cautiverio.’ Seguí su consejo sin
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