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LÁGRIMAS DEL CORAZÓN
El embajador se quedó sumamente intrigado por aquellas
palabras. Dejó su caballo y los regalos que lleva consigo, y comenzó
a buscar al Gran Umar al – Faruq (t). Siguió preguntando a la
gente y, mientras recorría las calles de la ciudad en busca de la
casa del Califa Umar, se iba diciendo a sí mismo:
‘¿Quiere esto decir que existe un rey así? Está oculto a la
vista, como el alma.’
Una beduina se acercó al embajador y le dijo: ‘Allí está el
que estás buscando, durmiendo bajó esa palmera. Mientras
todo el mundo duerme en sus camas, él lo hace en el suelo. Ve y
comprobarás que debajo de esa palmera está el zil al – ilahi.’ 27
Cuando el embajador vio a Umar (t) dormido en el suelo,
sintió una gran admiración y temor. Son dos sentimientos
opuestos pero el embajador, en esta ocasión, los sintió como si se
hubieran unificado en su corazón. Se dijo a sí mismo:
‘He visto a muchos emperadores y siempre me he ganado su
aprecio. Nunca me he sentido así ante ellos; y sin embargo, ahora
esos sentimientos se han apoderado de mí en presencia de este
hombre.
Duerme en el suelo sin guardias que le protejan. ¿Qué puede
significar esto? ¿Cómo puedo entenderlo? Puede que este temor
sea de Allah. Puede que no provenga del hombre vestido con
tosca lana.’
Mientras estos pensamientos pasaban por la mente del
embajador, Umar (t) se despertó. El embajador le saludó con
gran cortesía, y Umar (t) le devolvió el saludo. Después de las
salutaciones, le admitió en su palacio interior y le transmitió
27 La Sombra Divina.
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