Page 281 - Biografia
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Jorge Humberto Barahona González
La madre superiora del colegio Agustiniano, sede primaria, (monja de la consolación),
se recostó en su gran silla gerencial, de una rectoría que, todavía me acuerdo, bas-
tante elegante y con su contundente argumento los acabo: “Su niño está muy bien
educado y muy bien preparado por el colegio anterior, pero señor Barahona, las
políticas del Agustiniano, con respecto a la admisión de nuevos estudiantes, son
muy claras, todo alumno nuevo, debe iniciar el proceso desde kinder”. Quien cree
que gano a favor mío…? Aunque me devolvieron un año de estudio, gane un año en
desenvolvimiento dentro de la sociedad estudiantil, ya que mi tía Helena y Amandita,
fueron unas educadoras y formadoras sensacionales y debemos tener en cuenta, esti-
mados lectores y lectoras, que pase de un colegio de 50 alumnos, a uno de más de 700
COMO APRENDÍ A PESAR Y
EMPACAR MERCANCÍA
A Óscar Isidro y a mí, nos encaba que mi tía Alicia nos pusiera la tarea de empacar y
pesar arroz, lenteja, garbanzo, frijoles, etc. Los sacábamos del bulto que ella les com-
praba a los grandes distribuidores, y los empacábamos en bolsas de papel, para como-
didad del cliente y lógicamente, para la buena exhibición en los estantes de la tienda,
que se convertía en una tienda de grano prospera y poderosa para comprar.
Nuestra misión, era empacar, pesar y colocar los talegos en los estantes, para eso
teníamos nuestra pesa especial, mi tía Alicia nos había enseñado a como cerrar la bol-
sa de papel, sin necesidad de utilizar pegante. Pero definitivamente, lo que más nos
gustaba de realizar esta labor con el Óscar Isidro, era que después de terminar la labor,
que generalmente era al medio día, y no crean que en el departamento de peso y em-
paque se empezaba a trabajar tarde, se empezaba desde las 7 de la mañana hasta las
12 del día, luego íbamos a almorzar, porque recuerden: “Indio con hambre no trabaja…
y lleno, menos”, por eso mi tía Alicia y mi madre, se preocupaban porque sus chinitos
comieran bien. Las medias nueves (café en leche, tetero con pan o aguadepanela con
almojábanas) no faltaban y además, como compensación, ya que no podíamos jugar
como se debía, debido a estar haciendo esta labor, nos permitían comer dulces de
toda clase (de coco, moritas, ajitos, frunas, colombinas puntiagudas de chocolate etc)
que estaban ubicados en unos frascos gigantescos sobre el mostrador, que nosotros
mismos abríamos con autorización de ellas. Para Óscar Isidro y Beto, o sea yo, era la
gloria, en esos momentos, éramos inmensamente felices, definitivamente fuimos pri-
vilegiados al tener una tía y una madre como Alicia y Blanca y una hermana y prima
madrina como Amandita
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