Page 304 - Biografia
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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar






                                                 LA MORDEDURA DE


                                                        CULEBRA QUE



                                                            AY, AY, AY…!








               Eran las 11 de la mañana en el ahora municipio de Coveñas, a 15 minutos de Tolú,
             me desempeñaba como administrador del hotel “El Campano”, desde las 5 de la ma-
             ñana hasta las 3 de la tarde, y de 3 de la tarde hasta el otro día, me desempeñaba
             como primo hermano de Hugo Orlando González Garay. Hugo Orlando era el dueño
             del Hotel, ingeniero de petróleos exitoso, arquitecto, pintor, seguidor incondicional del
             libertador Simón Bolívar, un tipo muy bacano para tratar, cuando a él le daba la gana.
             A mí me dio la mano y me ayudo cuando más lo necesite, por ese gesto, estaré eter-
             namente agradecido, desafortunadamente, mis últimos días de trabajo en el hotel, no
             fueron los más agradables. Cuando ustedes quieran, mis queridos lectores, les cuento
             porque, sino, dejemos así ahijadito… y continuemos. De todas maneras, Hugo Orlando,
             de parte de su primo hermano Beto, o sea yo, mil y mil gracias.


               Acompañado de una cuadrilla de trabajadores mientras cortábamos maleza, de pron-
             to, en el pie izquierdo a la altura del tobillo (estaba sin botas protectoras, media caña,
             error mío), sentí un mordisco muy fuerte, no lo sabría describir, no le pare bolas, es
             más, ni siquiera mire que había sido. En la noche me quite el zapato y la media (porque
             un rolo sin medias en la costa, no es rolo), dormí común y corriente, a las 5 de la maña-
             na, al sacar el pie de entre las cobijas, lo sentí dormido, mejor dicho, no lo sentí, tenía
             una llaga salvaje supurando y la piel achicharrada, como si hubiera sido quemada en
             parrilla, el color de la piel era morado y la inflamación de tobillo y pantorrilla era espan-
             tosa, sin exagerar, lo cierto fue que no pude poner el pie en el piso.


               Mi asistente en el hotel, preocupado porque yo no llegaba al trabajo, se dirigió a mi
             apartamento y cuando me vio así, dijo: “Aja don Jorge, te mordió una culebra poto-
             to o una pito”, y la mordedura de ese par, no se cura con cualquier suero antiofídico,
             la curación se tiene que hacer con antibiótico fuerte, con rezandero indio, que él sabe
             los rezos especiales para ese mal. Yo no le creí, él no me dijo nada más y mientras yo
             conseguía antibióticos y antiofídicos, salió corriendo a buscar ayuda, ya que después
             de haber pasado todo, me enteré que el veneno de estas culebras, si no se ataca en 48
             horas, produce gangrena.






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