Page 300 - Biografia
P. 300
Yo Beto: Una Historia Chévere para contar
Ellos tres, siempre que llegábamos a su casa, nos ofrecían un delicioso chocolate
espumoso con almojábana, pan y queso, todo en abundancia y con un inmenso cariño.
Yo jugaba dentro del taxi, quería ser como mi cuasitio cuando fuera grande, además se
ponían a hablar con mi padre de carros y mecánica, ya que habían sido compañeros
de trabajo en taxis rojos, la primera empresa organizada para el servicio de taxis en
Bogotá, de propiedad de Leónidas Lara.
Mi cuasitio pelele (claro que nunca le podía decir así), me contaba muchas historias,
su casa se prestaba para eso por lo grande que era, allí la familia González hacia tre-
mendas fiestas. Nunca lo vi de mal genio, siempre sonriendo a carcajadas ruidosas,
me dejaba hacer lo que me diera la gana y cuando íbamos con la tía Alicia, Amandita
y Óscar Isidro, ahí sí que era mejor, más felicidad, además le podía quitar la boina de
color negro que siempre usaba para ponérmela yo…!
CUASITIO ANTONIO LAMPREA
EL TÍO POTE
Un gran cantante cuando se tomaba sus tragos con el tío Humberto, con Ernesto
Sánchez, el esposo de Elvira su sobrina o mi padre. Vivía en el barrio Alcalá en el sur
de Bogotá, era muy gordo, bonachón, muy buena gente, quería mucho a mis padres y
lógicamente a mí. También, como todos mis cuasitios, me dejaba hacer lo que se me
diera la gana. Lo que más me gustaba de ir a la casa del tío pote, eran los jugos de
curuba, papaya y guanábana, que preparaba su esposa Julia, a quien también le decía
tía. Óscar Isidro y yo jugábamos con Oswaldo (Q.E.P.D), uno de los hijos del tío pote,
porque el otro hijo, Luis Antonio, ni nos miraba, siempre fue muy creído, pero llegó a ser
un oficial de alto rango en la policía nacional. El tío pote fue un gran mecánico, contaba
mi madre que fue trabajador activo en el canal de Panamá, fue uno de los primeros
(sino el primero), en traer a Bogotá los micro buses marca Volkswagen, que en su épo-
ca fueron sensación.
Siempre que podía, nos transportaba en su micro bus (chato, amplio por dentro y
con el motor atrás), hasta la puerta de la casa en el barrio Egipto, con todo el cariño y
por consideración a los callos de mi padre. Inclusive en una ocasión le dijo: “Jorgito,
porque no te quedas con uno de mis micros y me lo vas pagando como quieras”,
se lo dejo en 25.000 pesos y mi padre, por cosas de él (un orgullo pendejo) y mi madre
(otra orgullosa), no quisieron…! Además mi padre, escudando su pendejada, siempre
nos decía: “Yo que voy a comprar un carro que tiene el motor atrás y es chato ade-
lante, eso es muy jarto”.
300