Page 332 - Biografia
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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar




                                                      Y ME PILLARON


                                                   CAPANDO CLASE





               Lo más rico que podía existir cuando uno estudiaba, por lo menos una vez al año,
            era capar clase, es decir, que un día entre semana, cuando se suponía que uno de-
            bía estar estudiando, pues no. Ese día que les voy a contar, al grupo de sabios del
            curso “los chachos” de la gallada, los duros del colegio, los angelitos y sangugones
            de décimo, como ya éramos los futuros superdotados  bachilleres  de la patria, nos
            dio por capar clase.  La decisión era trascendental, entre ir a jugar billar al segun-
            do piso del teatro Copelia, que según Serafín Rodríguez, nuestro director de curso,
            era donde aprendíamos las leyes de la física con el movimiento y la producción del
            tas-tas,  cuando se tacaban las bolas de billar,  o meternos al teatro Regio, en cine
            continuo, a ver películas porno que, para nosotros era muy importante, ya que nos
            servía  para  afianzar  la  confianza  con  “manuela”  (el  que  lo  entendió  lo  entendió)
            y para desarrollar en nuestros escasos 17 y 18 años, nuestra naciente vida sexual.


               Menos mal que decidimos por la segunda opción, es decir,  el cine porno, por-
            que yo para el billar poco le jalaba, me defendía y me interesaba más por el cine,
            era más educativo. En el cine continuo uno entraba a oscuras, o sea, asunto arre-
            glado,  como éramos  menores  de edad, sobornamos  al portero del teatro y otro
            asunto arreglado.  De un momento a otro (yo creo que fuimos sapiados),  sus-
            pendieron  la película, pero que tal si antes de continuar, nos echamos un graniza-
            do de néctar verde…? O una poker litro bien fría…? Ahh…! Que ricooo…! Salud…
            chin-chin…  ahora  si continuemos  con esta apasionante  y desgarradora  historia…


               Al suspender la película, nosotros empezamos a gritar y a chiflar todos emociona-
            dos, prendieron las luces del teatro y oímos la voz del primo hermano del director del
            colegio, el prefecto de disciplina, el profesor Aparicio que, con cariño, todos en el co-
            legio san Agustín le decíamos, “Jayanazo”, este personaje, por el sonido interno del
            teatro, empezó a decir: “Atención, atención, favor los siguientes señores, se les
            solicita en la puerta del teatro ya, con carácter urgente”, entonces comenzó a de-
            cir nuestros nombres, Montenegro Luis, Acero Hernando, Barahona Jorge, Benavides
            Pedro Tulio, Vargas Jairo, Vargas Rodolfo, estos son los que recuerdo, éramos como
            10 en total. Le cuento que inmediatamente salimos y, como borregos, fuimos devueltos
            al colegio y suspendidos de clases por 3 días, con la obligación de llevar a nuestros
            padres o acudientes, para firmar el acta de no volver a repetir esta capada de clase.

               Afortunadamente nuestro comité de solucionar problemas, se reunió rápidamente y
            llevo a nuestro acudiente alterno que, por plata, hacia esta labor, ya no recuerdo quienes
            eran, lo qué si recuerdo, es que mis padres nunca se dieron cuenta de esta aventura.



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