Page 100 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza
Un día decidí apoyar una causa benéfica en favor de Alberto Spencer
que ya tenía serios problemas con su corazón. Fue en un torneo de
indorfútbol que se realizó en el Coliseo Julio César Hidalgo.
Marco Calderón, el petiso que
jugó en el América estaba en el
equipo rival. Fuimos a una jugada
sin ninguna relevancia y me levan-
tó a la mala, sin ninguna necesi-
dad. Sentí sed de revancha, que es
un feo sentimiento, pero así es el
fútbol. Me hice el distraído, como
que no me había dado cuenta, ni
me había dolido semejante sue-
lazo, porque me sacudió sin con-
templaciones.
Inmediatamente vino otra jugada
y yo también sabía de las malas
En un partido benéfico junto a la inolvidable artes en la cancha. Lo volteé in-
estampa de Alberto Spencer, el notable tencionalmente y caí sobre él con
goleador ecuatoriano que brilló en Peñarol.
el codo en la garganta. Intentó
reclamarme, pero le dije: “esto era
para que respetes, es sólo indorfútbol. Tú nunca podrías haber jugado
conmigo en primera categoría. Lo basureé. Me levanté y pedí cambio”.
Santo remedio. Ahí mismo dije nunca más juego, ni así sea a beneficio.
Era una manera de exponerme inútilmente.
Cuando reflexioné sobre el incidente que sucedió con Marco Calderón,
entendí que él jugaba siempre así, mordiendo al rival, tirándole al piso.
No hizo nada que no había hecho antes en su carrera como futbolista
activo. Creo que no reaccioné con mesura.
EL MOnUMEnTAL TRiUnfO AnTE ARGEnTinA En 1960
Mi paso por la selección de Pichincha fue espectacular. Dije en líneas
anteriores que Germán Dávila que fue sin duda el mejor gerente que
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