Page 164 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            A Nacional llegué recién al tercer intento. Los dos primeros habían
            fallado por “incompatibilidad de puntos de vista”, por decirlo de alguna
            manera. La primera vez, el ensayo fue del Coronel Hugo Enderica. Nos
            pusimos de acuerdo en todos los temas: en el armado del equipo, en las
            incorporaciones y obviamente en los objetivos.


            El escollo insalvable apareció cuando hablamos del factor económico.
            “Usted quiere cobrar como extranjero”, me soltó Enderica en una frase
            con alto voltaje que me remeció. “Mi nacionalidad no está en venta
            y creo que no hay plata que la pueda pagar”, le contesté y el diálogo
            terminó abruptamente.

            Después, el que intentó contratarme fue el Almirante Napoleón
            Cabezas. Volvimos a plantear los objetivos y los pormenores deportivos.
            El tema económico fue nuevamente el detonante. Cabezas me dijo que
            aceptaban esas “siderales pretensiones económicas”, pero que por ese
            sueldo tendría que trabajar todo el día y que conseguiría el rancho de
            los oficiales para que no salga a la hora del almuerzo.


            “El horario de trabajo lo pongo yo. Puedo trabajar una hora o 24 horas,
            pero esa es una decisión personal. No permito que nadie se inmiscuya
            en mi tarea”, refuté sin temblores de pulso y otra vez me marché,
            dejando el diálogo inconcluso.


            Entendí que los militares, o al menos los de alto grado, no estaban
            acostumbrados a escuchar ese tipo de respuestas. Emitían órdenes y
            punto. Y tenían que cumplirse a rajatabla.


            Se habían acostumbrado a ponerles  los horarios a los entrenadores
            extranjeros y eso no iba conmigo. Final de la conversación y a otra
            cosa. Dicen que la tercera es la vencida y así fue. Después de la brillante
            campaña cumplida en la conducción de Aucas en 1975, el Coronel
            Emilio Suárez Rueda me invitó a dialogar en las instalaciones del
            Colegio Militar Eloy Alfaro. Volví a enfatizar, primero, los objetivos
            deportivos y luego, las condiciones económicas que había planteado
            en las ocasiones anteriores, obviamente con incrementos y les entregué
            el documento que oficializaba las mismas. No pasaron 10 minutos,

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