Page 165 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 8



               cuando entró en pleno la cúpula militar, seguida de 16 oficiales y dos
               saloneros que ofrecían un burbujeante y fino champagne.


               Luego ingresó el abogado del club, leyó el contrato sin cambiar ni una
               sola coma y estampamos las firmas en el original y en no menos de
               ocho copias. Ya era el nuevo técnico de Nacional. La mancuerna fue
               una elección feliz para las dos partes. Mi aporte al club dejó grandes
               réditos en el balance global y mi palmarés y mi prestigio subieron
               como la espuma trabajando por esa camiseta que dividió los afectos
               en mi corazón, que hasta ese momento eran exclusivo patrimonio del
               Deportivo Quito. En ese primer año, en el debut en la tienda militar
               levanté el trofeo de campeón. Era el segundo de mi carrera.

               La alegría de la hinchada militar, tuvo un efecto desolador en la
               parcialidad de Aucas. Estaba previsto que ibamos a renovar el contrato,
               pero sus dirigentes no cumplieron con el pacto acordado y tampoco
               respetaron el plazo. Esperé, pero no aparecieron.

               Carlos Rodríguez Coll se aprovechó para lanzarme la tribuna oriental,
               acusándome de haberme vendido por unas monedas más. Fue una
               gran mentira, él no conocía los entretelones ni el incumplimiento de
               los directivos. Aquella versión me costó varios malos momentos, una
























               Participando en un asado con la plantilla de Aucas, junto a ese formidable relator deportivo
               que fue Carlos Rodríguez Coll. El manabita lo enfrentó injustamente con la hinchada oriental.

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