Page 172 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            el uniforme alterno, que lo debía utilizar como rezaba el reglamento.
            La  sanción  por  el  retraso  debía  castigar  a  Emelec,  pero  los  astutos
            dirigentes eléctricos encontraron una salida descabellada, que ganó la
            pulseada con la complicidad de la Federación Ecuatoriana de Fútbol.

            Ese fue un tema entre dirigentes. Ahí les faltó personalidad y categoría
            a los representantes de Universidad Católica para exigir sus derechos
            e impedir semejante anomalía, que me hizo recordar otra trampa que
            montaron también los dirigentes de Emelec, cuando yo era jugador del
            Deportivo Quito. Aquella vez argumentaron que había actuado Tobar,
            un jugador juvenil, anularon el partido y los declararon campeones. No
            era la primera vez que se cometía este tipo de deslices reglamentarios.
            Fue un escándalo en el viejo estadio de ‘El Arbolito’.


            La decisión de repetir el partido entre Manta y Emelec la tomaron entre
            las 7 y 8 de la noche del lunes. Debía jugarse en el estadio Jocay y acor-
            daron que el monto total de la recaudación sería para las arcas del club
            manabita. Sorpresivamente, a las 8 y media de la noche desde ese mis-
            mo lunes, llegaron a mi casa ubicada en la Urbanización Las Acacias,
            Enrique Portilla y Ramiro Tobar que eran dirigentes de Universidad
            Católica, caballeros y amigos que los había tenido como jugadores.

            Estaban morados de la cólera. Me pintaron el panorama y reseñaron
            todos los detalles del nuevo atraco que se había forjado en el seno de
            la FEF. Me pidieron que regrese a Manta en forma urgente. “Yo ya
            terminé el campeonato, no quiero saber nada de este tema”, disparé en
            forma enérgica. Dialogamos por un tiempo largo y ante la insistencia,
            al final decidí aceptar el pedido. Los amigos son amigos y hay pedidos
            que no se les puede negar.

            Viajé  al puerto manabita  en la mañana  del martes. La  repetición
            del partido había sido fijada para el miércoles. Tenía 24 horas para
            reunir otra vez al plantel que ya había entrado en el período de
            vacaciones. Como era lógico, al llegar a Manta tuve inconvenientes
            para reunirlos. Los jugadores se dedicaron a festejar a lo grande sus
            vacaciones y no puedo negar, cuando fui a buscarlos, algunos todavía
            seguían bebiendo.

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