Page 26 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            noble y sensato. Nos disculpamos mutuamente en presencia de amigos
            comunes que habían sido invitados a esa reunión de reconciliación.


            Charlamos hasta el siguiente día, en un marco de absoluto respeto, entre
            un copioso carnaval de fino whisky escocés. Me dio una lección de caba-
            llerosidad. Él era un personaje consagrado, un auténtico peso pesado. Yo
            apenas un imberbe periodista que tenía a mano una tribuna pública con
            enorme repercusión: la columna ‘Punto penal’ que contaba con el aval de
            un diario de enorme influencia y prestigio, como es ‘El Comercio’, desde
            la cual despachaba ácidas críticas, verdades auténticas, y también pisaba
            el palito. Los clásicos avatares de mi delicada y hermosa profesión.

            Creo conocer a Ernesto Guerra en todas sus facetas. Al bonachón y
            conversador. Al ingenioso y dicharachero. Al ganador, al que mastica
            rabia cuando la cobardía lo acecha. Al solidario, al leal con su gente y
            sus amigos. Al bondadoso que está para apoyar a los caídos, o a los que
            afrontan una desgracia. Al que se hace el distraído ante las injurias,
            porque solo Dios perdona a los calumniadores de oficio. Al que
            recibió duros golpes y se levantó como el Ave Fénix. Al de la sonrisa
            paternal y al padre agradecido y sincero. Al que recibió el tributo de
            la Confederación Sudamericana de Fútbol sin posarse en las ancas de
            la soberbia. No tengo huellas del personaje que trataron de inventar
            algunos, apostados en la vereda del odio gratuito y de la envidia, en
            un país tan variable y tan voluble para reconocer a los triunfadores,
            porque para nadie es fácil mantener una vigencia en el primer plano en
            44 años de rodar con éxito junto a la pelota.

            Ernesto es un hombre auténtico, especial, que siempre tuvo hambre de
            victoria y se manejó sin engaños. Siempre fue de frente y esa virtud, para
            muchos es un defecto, en este país que tiene como deporte nacional
            la descalificación. Los ganadores siempre serán incomprendidos y los
            tendrán en la mira, es la ley que implantaron los mediocres de alma
            enferma.


            Por eso, para mi, es un profundo orgullo que me haya escogido entre
            varios candidatos para escribir el libro de su vida deportiva.



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