Page 30 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza
LA TERnURA dEL JARdÍn dE infAnTES
A la edad de 5 años y 4 de mi hermano Luis, papá nos inscribió en
el jardín de infantes ‘Cecilia Greison’, que era el más conocido de
aquella época. Hoy ya no existe. Estaba ubicado en la calle Guayaquil
al llegar a la intersección con la Sucre. Mi papá nos dejaba a las 8 de
la mañana y nos retiraba puntualmente a las 12. Si no podía llegar,
venía por nosotros mi hermana Blanca. Al regreso pasábamos por
San Agustín. Frente a la iglesia existe hasta hoy la Heladería San
Agustín, cuya propietaria era la señora Mariana Andino, con cuya
familia habíamos mantenido amistad, desde la época de mis abuelos,
ya que estaban vinculados estrechamente por los negocios.
La madre de la señora Mariana, doña Encarnación Hidalgo, había
empezado el negocio instalando una panadería. Mi abuelo Guerra
se proveía del pan en ese local todos los días. Al transformarse en
heladería, entrábamos a servirnos los helados que estaban hechos
en paila, que acompañábamos con quesadillas o aplanchados. Se
convirtió en una rutina que disfrutábamos día a día, sin saltarnos
ninguno.
En el jardiín de infantes fuimos los niños consentidos. Mi papá era el
presidente del Comité de Padres de Familia. En los diferentes actos
que realizaba la institución éramos los elegidos para representar los
papeles más importantes. Recuerdo la primera vez que pisé el Teatro
Sucre. Fue en una corrida de toros en la que yo salí abriendo el
paseíllo, montado en un caballo que parecía real. Estaba construido
de cartón y pintado muy artísticamente. Mi hermano Luis era el
primer torero de la cuadrilla y al mirarle, el toro salía llorando y
corriendo del escenario.
En otra ocasión, hicimos una representación, simulando una casa de
muñecos. Recuerdo que una de las niñas era Patricia Aulestia, que
con el tiempo se convirtió en gran bailarina de ballet, que triunfó
internacionalmente, dándole prestigio al país. Conservo varias
fotografías de estos gratos recuerdos de toda mi infancia.
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