Page 34 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            Francesa, Moderna, Alemana, funcionaban a todo lo largo de la calle
            Guayaquil. Había salones como el Italia, La Cabaña y el Normandy
            que era propiedad de un francés que llegó a Quito a finales de la
            Segunda Guerra Mundial. Eran los sitios de reunión de los jóvenes
            de esa época.


            La Universidad Central (La Casona Universitaria) estaba en la
            Plaza Grande. Ahí funcionaban todas las facultades. En el centro de
            educación superior se conocían todos los futuros profesionales de
            las diferentes ramas: médicos, abogados, ingenieros, economistas,
            odontólogos, etc. Por estar situado el negocio de mi padre tan cerca,
            llegaban muchos estudiantes e intelectuales. Por esa razón tuve
            oportunidad de conocerles y enriquecer mi cultura general.


            Frente al negocio de mi papá, tenía la casa la familia Salgado
            Peñaherrera. El doctor Germánico Salgado que fue presidente de la
            Junta de Planificación Económica fue quien le dio el primer empleo a
            mi hermano Luis, que actualmente es economista. A esa casa llegaban
            muchos compañeros universitarios, entre ellos, Jaime del Castillo,
            que fue uno de los mejores alcaldes de Quito.

            Algunos estudiantes en apuros económicos, empeñaban artículos en
            el negocio de mi papá. Dejaban estilógrafos y relojes. El nieto de José
            Peralta, que fue político liberal y escritor, empeñó una condecoración
            de su abuelo, que le habían otorgado en Caracas por sus brillantes
            intervenciones sobre el desenvolvimiento de los Países Boliviarios.
            Yo la conservo todavía.


            Recuerdo a César Dávila Andrade, le decían ‘El Faquir’. Era un hom-
            bre sencillo y bohemio. Iba al establecimiento de mi padre y compra-
            ba una vela de 20 centavos. Se iba a uno de los reservados que había,
            no dejaba que le prendan la luz y escribía muchos de sus escritos y
            cuando no le gustaban los arrojaba en el tacho de la basura.


            Otro asiduo visitante era Augusto Áreas, que dictaba la materia de
            Literatura en el Colegio Nacional Mejía, llegó a ser profesor mío y de
            mi hermano Luis. También iba Remigio Romero y Cordero del cual

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