Page 280 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            tiempos de estudiante secundario. Después participó en varios hechos
            trascendentes en la vida de la FEUE y ya convertido en profesional,
            ocupó el cargo de Subsecretario de Obras Públicas, cuando era titular
            de ese portafolio, el ingeniero Juvenal Sáenz.

            Mi padre siempre estuvo atento al pulso político. Escuchaba en la
            emisora HCJB todas las emisiones que transmitían desde el Congreso
            Nacional. En la Plaza del Teatro, donde crecí, se encubó todo el
            movimiento político. Estaban los cuarteles de la Policía, del Ejército,
            los centros gremiales de trabajadores y a pocas cuadras, el Palacio
            de Carondelet. Mi primer recuerdo es la caída de Carlos Alberto
            Arroyo del Río. Después llegó al poder José María Velasco Ibarra. En
            la caravana que acompañó al ‘Profeta’ desde el aeropuerto a la Plaza
            Grande estaba mi hermano Oswaldo, que era abanderado del Colegio
            Nacional Mejía. Apareció montado en el mismo tanque de guerra en
            el que transportaban al inolvidable orador.

            También viví el asilo de Velasco Ibarra. En Buenos Aires, donde solía
            refugiarse, fuimos a saludarle con el ‘Tinto’ Acosta, que era su sobrino-
            nieto. Era un hombre con una imagen imponente que inspiraba un
            profundo respeto. En el recuento cito a Yerovi Indaburu, que llegó
            después de los difíciles tiempos de la Junta Militar, que en realidad
            fue una ‘Junta de Amigos’. En poco tiempo,Yerovi hizo una gran labor,
            pero lo borraron inexplicablemente.


            Después llegó Galo Plaza Lasso, un politico sociable, que fue uno de los
            primeros en esa época en terminar su período. Luego viene el mandato
            de Camilo Ponce Enríquez, un dignatario que dignificó la Presidencia
            de la República. A renglón seguido aparece Carlos Julio Arosemena, al
            que sus opositores lo vapulearon por su publicitado afecto al alcohol,
            pero demostró que era muy inteligente y preparado para ser estadista.


            Me impresionó la vehemencia de Jaime Roldós Aguilera, que exponía
            grandes ideas, pero que no las pudo plasmar al perder la vida en un
            accidente aéreo, dando paso a la asunción de Oswaldo Hurtado, un
            político de enorme calidad y sobriedad. Un analítico sin ambiciones
            personales, un luchador en la búsqueda del progreso.

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