Page 275 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 12



               cómodamente una butaca en los palcos del Atahualpa, pero prefiere
               vivir los partidos mezclado en el torrente de euforia de la ‘Barra de las
               banderas’ . Es que los Guerra, los que nacieron de mis raíces no conocen
               otro estandarte, que no sea el azulgrana. Esa es una 'enfermedad' que se
               ha transmitido por varias generaciones.


               Mi paso por Aucas deja un nombre en el tintero: Jaime Bowen
               Andrade. Bajo su mandato, Aucas dio un paso vital para estabilizarse.
               El ídolo nunca tuvo patrimonio. Era un circo ambulante, que vivía
               de la piedad deportiva. De la caridad de los mirones que iban a las
               prácticas. De los filántropos de pacotilla que le hacían favores con piola
               para ganar puntos de popularidad con su hinchada y luego saltar a la
               política. El estadio de Chillogallo no es una obra monumental, pero
               es una herencia que los amnésicos de oficio han sepultado de taquito,
               tratando de ignorar un hecho tan trascendental en la vida del club. ‘El
               Gringo’ Bowen tiene su pedestal en Aucas, pese a quien le pese.

               Y en Aucas tampoco puedo dejar en el tintero, el nombre de Gustavo
               Herdoíza León. La mejor campaña que ha registrado el ídolo quiteño
               en la historia de los campeonatos nacionales, se consiguió en 1974
               bajo su mandato y mi tarea como técnico. Siempre estuvo al servicio
               de Aucas. En su tarea como radiodifusor de inmensa popularidad y
               también desde su función como Alcalde de Quito. Es que Herdoiza
               es del pueblo.


               Y un especial rincón es para Rodrigo Paz Delgado. Es una figura
               monumental. El ‘Patriarca de la ‘U’. Fue ganando notoriedad y
               haciéndose un lugar con entrega incondicional. Recuerdo al ‘Negro’,
               junto al ‘Chiquitón’ Holguín y Albornoz, en los partidos de básquetbol
               que se jugaban en la Plaza Arenas y lógicamente en el fútbol. Eran unos
               monumentos. Unos gigantes que impresionaban con su presencia.
               Rodrigo Paz era el ‘hombre de la campana’, que por muchos años fue
               la identificación de la barra de Liga. Luego saltó a la dirigencia con un
               núcleo de amigos y dirigentes que tenían el mismo encanto por la blusa
               alba. Cito al doctor Raúl Vaca. Al ‘Cabo’ Vaca, como lo llaman sus
               íntimos desde la vereda del afecto y al ingeniero Alfonso Rodríguez,
               entre sus más cercanos colaboradores.

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