Page 270 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza
que renunciar. La ‘decapitación de los técnicos’ es una miseria que se
fabrica con la complicidad de ciertos dirigentes. Hay que implementar
un cambio radical. Lo pide a gritos el fútbol del país.
LOS diRiGEnTES SOn LOS piLARES dEL fúTbOL
Aprendí a valorarlos en mis tiempos de jugador infantil y barrial. Su
generosidad para entregar su tiempo y hasta su dinero, perjudicando
inclusive sus intereses familiares, es un ejemplo. En los albores del
profesionalismo en Pichincha, aparecieron los mecenas y un ramillete
de hombres capaces que tenían el don de la conducción.
Saltan nombres relevantes, como Jaime Del Castillo, Pablo Guerrero,
Miguel Mascaró, Enrique Martínez, Germán Dávila, que dejaron
una imagen que se convirtió en huella y en espejo de los que llegaron
después, que tomaron la posta y terminaron de consolidar los destinos
del fútbol. Hay que reconocer: “los dirigentes son los pilares del fútbol,
sin ellos moriría la actividad”.
Hay personajes que tienen su capítulo especial en el fútbol nacional.
Y arranco el recuento con el ingeniero Ney Mancheno, sin duda el
dirigente más importante e influyente que ha tenido Deportivo Quito
en toda su historia. Su recia personalidad, su carácter indomable y
su brillante capacidad de gestión y ejecución lo llevaron a conseguir
logros institucionales y futbolísticos que no tienen comparación.
El título obtenido en 1968, es un galardón incomparable. Ney me
apoyó para forjar un equipo que será inmortal. Aquellos ‘cuatro
botijas’ que importamos de Montevideo, llevando un puñado de
dólares en el bolsillo es uno de los capítulos más brillantes en el tema
de contrataciones de jugadores extranjeros. Nunca antes y creo que
nunca después, una cuota foránea fue tan rentable como aquella.
Mancheno es un hombre visionario y emprendedor. Dejó varios trofeos
en la vitrina del club y una herencia tangible: gestionó la Ordenanza
Municipal que permite a Deportivo Quito hasta la actualidad explotar
la publicidad interna del estadio Atahualpa. Un verdadero botín, que
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