Page 307 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 14
Luego de algunos minutos, cuando la emoción dio paso a la prudencia,
reaccioné con mesura. Medité y decidí que era sensato esperar la
notificación oficial de la Conmebol para comprobar la veracidad de
la noticia. La carta firmada por Nicolás Leoz llegó a los pocos días.
Tuve que respirar profundo, porque en realidad sentí que me faltaba
el aire. Estaba saboreando el mejor halago de mi vida profesional.
Una hermosa realidad. Era la frutilla del pastel. Un bombazo que me
permitía cerrar maravillosamente mi carrera de 44 años en el fútbol.
En ese instante recordé que toda mi existencia le había dedicado al
fútbol. Mis años infantiles, mi tiempo de juventud y todos los demás.
Los recuerdos llegaron en tropel. A la mañana siguiente me trasladé a
mi finca de Yaruquí y decidí abrir el baúl de los recuerdos.
Ahí reposan los testimonios, los trofeos, las condecoraciones, los di-
plomas que recibí en casi medio siglo de unión indivisible con el fút-
bol. Fui armando el rompecabezas de mi largo tránsito por el rectán-
gulo. Retrocedí en el tiempo, a mi época como jugador en todos los
niveles y en todas las categorías. A mi paso por el Real Manabí infantil,
por el Pereira de La Loma, a mis años de colegial vistiendo la orgullosa
divisa del Instituto Nacional Mejía, hasta llegar al Argentina primero,
al Deportivo Quito después, al Barcelona, a la Selección de Pichincha
y a la selección del Ecuador. Y también recordé que reforzé al Aucas, a
Liga y al España en el campo profesional. Fui campeón de Pichincha
cuatro veces como jugador del Deportivo Quito. En 1955, 1956, 1957
y 1963. Y campeón nacional de 1964, también con la blusa azulgrana.
Memorias de un triunfador 307