Page 312 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza
mis familiares. Almorzamos, reimos, gozamos, pasamos un tarde
noche grata, sublime e inolvidable. Ya era mía la Orden al Mérito de la
Conmebol. Sentí su importancia, todo el peso de su repercusión. Era
el tributo que llegó en el momento preciso, ahora que bordeo las ocho
décadas de vida. Ahora que entiendo que lo que se siembra se cosecha.
Ahora que los honores me sacuden el alma y acarician mi ego. Lo digo
desde la sencillez que marcó mi existencia. Desde la vereda del afecto
que todos derraman para brindarme sus halagos. La luzco orgulloso,
en nombre del fútbol de mi país, que va en permanente camino de
superación. Toqué la cima y ese es un logro invalorable que me
convierte en triunfador. En esa medalla está envuelto mi corazón. Mi
amor sin límites al fútbol, que me escogió como uno de sus soldados
durante casi medio siglo. La quiero compartir con sanidad de alma.
Con veneración a todos los personajes que provocaron el momento
más emocionante de mis 79 años de vida.
Ernesto Guerra y Nicolás Leoz. Fue la última jornada oficial del insigne dirigente paraguayo
que meses después dejó la batuca mayor de la Conmebol por motivos de salud.
En Asunción sentí que la sensibilidad si existe. Que los nobles
sentimientos ajenos, son capaces de sacudir los propios. Fue el broche
de oro que jamás imaginé para cerrar con hidalguía, mi prolongado
tránsito por el mundo mágico de la redonda. La medalla es mía y es
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