Page 317 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 14



               JORGE AROSEMEnA GALLARdO


               Conocí a Ernesto Guerra en sus años de esplendor como técnico
               ecuatoriano. Su mayor éxito fue haber dirigido a El Nacional en
               el que logró tres títulos y también haber conducido con éxito a la
               selección nacional en varias oportunidades. Pero a Ernesto, más que
               por su trayectoria brillante como técnico y como futbolista de enorme
               jerarquía, en 44 años de brillante trayectoria, yo diría que se lo debe
               recordar siempre como un hombre de bien, una persona de temple y
               carácter ganador, muy inteligente y agradable.


               Ernesto es un personaje ocurrido, que se ríe de la vida. Es un gran
               compañero  y mejor amigo. Tuve  la oportunidad  de viajar  con  él
               acompañando a la selección que jugó las eliminatorias para el Mundial
               de Argentina y esos viajes fueron inolvidables por las anécdotas, las
               conversaciones y sus geniales ocurrencias.

               Ernesto Guerra dejó una herencia de triunfos en el fútbol ecuatoriano.
               Es definitivamente un triunfador. Un ejemplo a seguir. La merecida
               condecoración que le otorgó la Conmebol recoge el sentimiento de
               agradecimiento del fútbol de Sudamérica por su invalorable aporte.

               JORGE LAzO LOGROñO


               Me  resulta  grato  hablar  de  un  amigo  especial,  firme,  franco  y
               transparente. Ese siempre fue para mí Ernesto Guerra Galarza. Tengo
               abundantes detalles de su condición humana, de su trayectoria y de su
               llamativa consolidación como ser humano, visionario, de su envidiable
               condición de líder familiar y de reconocido y respetado amigo.

               Al lector le interesará hurgar en el curioso fenómeno de los incontables
               que genera el fútbol. Con qué extraña actitud Albert Camus sentencia:
               “que los mejores valores y los mejores amigos que conoció, los
               encontró en el fútbol”. Así ocurrió entre  Ernesto y yo. Pertenecientes
               a dos regiones a veces ridículamente antagónicas, pero que para bien,
               siempre rivales en el deporte, en particular en el fútbol.



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