Page 309 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 14



               se me ocurrió invitar a Jaime Valladares, el ‘Chico de Oro’, que era la
               piedra en el zapato del gran Eugenio. Ganamos en la cancha de La Tola,
               que era brava y nos fuimos a festejar en grande en la Plaza del Teatro.

               En el profesionalismo me estaban esperando las horas más felices, el
               terreno fértil para la consagración. Gané 4 títulos y varios ascensos.
               Dirigí a la selección nacional en varias oportunidades. Ese palmarés se
               leyó en el homenaje de la Conmebol. Un curriculum que posiblemente
               no sea el mejor, pero tiene un importante perfil, por eso lo postuló
               Luis Chiriboga en nombre del fútbol ecuatoriano para ser considerado
               entre los 10 mejores de Sudamérica. Concluí que algo hice en mi vida
               y que el premio viene de lo alto. Reconocí ese día, que este halago
               maravilloso es producto del trabajo de autoridades, de dirigentes, de
               técnicos, de preparadores físicos, de cuerpos médicos, de rivales, de
               compañeros, que contribuyeron con su sacrificio. Y sobretodo de la
               afición, la ‘Número 12’ que me alentó durante casi medio siglo.

               Inmediatamente llamé a mis hijos, les comuniqué la noticia y la reacción
               fue unánime: “nos vamos papá, todos estaremos contigo en la ceremonia
               de Paraguay”. En mi familia, todos saboreamos los momentos felices
               e igual nos unimos en la tristeza. Y ese era un momento de enorme
               alegría. Con el correr de los días, la lista de viajeros fue engrosando,
               porque mis nietos, muy emocionados, me llamaban para decirme: “nos
               vamos contigo abuelito”. Y así sucedió. Diecisiete personas llegamos a
               Luque para vivir esa ceremonia inolvidable.

               El traslado hasta Asunción fue complicado, pese a que Ernesto, mi hijo
               mayor, manejó la logística y consiguió los cupos en dos naves diferentes
               por la gran demanda que existe por las fiestas de Navidad y fin de año.
               Me embarqué sólo en Quito, uniéndome al vuelo en el que viajaban
               los personajes de Colombia, Perú y Venezuela que iban a ser premiados
               por la Conmebol. Mi familia se desplazó en otro avión.


               En el aeropuerto de Asunción me recibieron con transporte a la puerta,
               con esa prolijidad que tiene la Conmebol para atender a sus invitados y
               me hospedaron en el maravilloso hotel que regenta la Confederación
               en Luque, muy cerca del Museo del Fútbol Sudamericano.

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