Page 2 - Mikorey, Max - Judaismo y criminalidad
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JUDAISMO Y  CRIMINALIDAD


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                     Una exposición detallada de la criminalidad del judaísmo, más aun, del judaísmo
                     como un factor esencialmente criminal, en la historia mundial, exigiría probablemente

                     una obra de varios tomos, para lo cual todavía falta hoy realizar lo principal en cuanto
                     a obtención del material y aprovechamiento de las fuentes. Por eso nos querernos
                     limitar aquí a una época especialmente interesante, a saber, del período de la Guerra
                     de los Treinta Años hasta la mitad del siglo 19 y a la criminalidad del Judaísmo sobre
                     suelo alemán. Pero, sin embargo, nos será permitido  anticipar  ciertos  hechos
                     fundamentales.
                     La tradición no bíblica sobre el origen y la raíz del judaísmo, tal como la encontramos
                     en Maneto, Lysimachos y Chairemon (citados por Flavio Josefo en "Acerca de la
                     Edad  del  Pueblo  Judío", escrito contra Apion), coincide en que los leprosos y
                     criminales expulsados de Egipto, que se unieron a las tribus de bandidos del desierto,
                     antaño también arrojados de allí, habrían conformado el nucleamiento primitivo del
                     judaísmo. PARA LA ANTIGUEDAD CLÁSICA LOS JUDÍOS ERAN UN
                     CONJUNTO DE CRIMINALES CONVERTIDOS EN PUEBLO. Que esto se basaba
                     en algo más que en una mera antipatía general contra los judíos, parecen
                     documentarlo las tradiciones bíblicas del propio judaísmo; aunque puede haber en las

                     leyendas de dioses y héroes, de otros pueblos, diversas cosas que desde el punto de
                     vista de un código penal moderno serían objetables, pese a que rudos hechos de
                     violencia, homicidio y seducción también en ellos  juegan  un  rol,  la  leyenda
                     genealógica del judaísmo, consignada en sus relatos sobre los patriarcas, muestra una
                     forma  marcadamente  detestable  de verdadera criminalidad. Aquí no impera el héroe
                     iracundo, el hombre-fiera o el dios del amor concupiscente, sino que se cometen
                     crímenes que en todos los otros pueblos deshonran a sus autores, se los aprueba y se
                     los narra por lo menos con la sonrisa socarrona de la fruición.
                     Si se aplicara un código penal moderno, ninguno de los "héroes tribales" del pueblo
                     judío -quizás descontando a Isaac- comenzando con Abraham, que se hace culpable
                     de grave rufianismo en reincidencia, hasta José, no podrían evitar el presidio y la
                     pérdida de los derechos civiles y políticos, penas éstas para las que existen elementos

                     de sobra. Figuras como la de Jacob, si surgieran en la vida actual, serían calificadas
                     sin reparos como  gangsters. Pero también el dios tribal judío Jehová posee rasgos de
                     una relación con la verdadera criminalidad. Al exhortar, por ejemplo, a su pueblo que
                     pida prestado a los egipcios; objetos de oro y de plata, con la intención de no
                     devolverlos (Exodo 3: 21-22), comete, por consiguiente, instigación a la defraudación.
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