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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       disposiciones   que hubiesen permitido al público conocer su declaración, de otro modo que a
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                       través de personas interpuestas, extendiéndola a dimensiones un poco mayores que las de un
                       párrafo llevado por incidencia a un testimonio de conjunto.
                            Una operación que era practicada periódicamente en todos los campos bajo el nombre
                       de «Selektion» no ha contribuido poco en difundir entre el público una opinión que ha
                       conseguido ganar su favor respecto al número de las cámaras de gas y al de sus víctimas.
                            Un buen día, los servicios sanitarios del campo recibían la orden de preparar la lista de
                       todos los enfermos considerados como ineptos para el trabajo por un período relativamente
                       largo o definitivamente y de reunirlos en un bloque especial. Después, llegaban camiones – o
                       un convoy de vagones – donde se les embarcaba y partían hacia un de stino desconocido . El
                       rumor entre los internados quería que fuesen dirigidos directamente a las cámaras de gas y, por
                       una especie de cruel irrisión, a los grupos formados en estas ocasiones se les denominaba
                       «Himmelskommandos», lo cual significaba que estaban compuestos por gente que partía hacia
                       el cielo. Naturalmente, todos los enfermos procuraban escapar a ellos.
                            Yo he visto llevar a cabo dos o tres «selecciones» en Dora: incluso escapé por
                       casualidad a una de ellas. Dora era un campo pequeño. Si bien el número de enfermos ineptos
                       fue siempre superior a los medios de que se disponía para cuidarlos, sólo alcanzó en muy raras
                       ocasiones proporciones susceptibles de entorpecer el trabajo o de paralizar la administración.
                            En Birkenau, del cual habla David Rousset en el resumen objeto de esta aclaración, era
                       diferente. El campo era muy grande: un hormiguero humano. El número de los ineptos era
                       considerable. Las «selecciones» en vez de hacerse como en Dora por la vía burocrática y por el
                       conducto de los servicios sanitarios, se decidían en el momento en que llegaban los camiones
                       o el convoy de

                       [192] vagones. Eran numerosas hasta el punto de repetirse a un ritmo cercano al de una por
                       semana y se practicaban según el aspecto. Entre la S.S. y la burocracia del campo por una
                       parte, y por otra la masa de presos que intentaba escapar, se podía asistir pues a verdaderas
                       escenas de caza del hombre en una atmósfera de locura general. Después de cada «selección»,
                       los que quedaban tenían el sentimiento de haber escapade provisionalmente a la cámara de gas.
                            Pero nada prueba irrefutablemente que todos los ineptos o considerados coma tales,
                       reclutados así por el procedimiento de Dora o bien por el de Birkenau, eran conducidos a las
                       cámaras de gas. En la operación de «selección» a la cual escapé en Dora, uno de mis
                       camaradas no tuvo la misma suerte que yo. Le vi partir y le compadecí. En 1946, yo creía aún
                       que había muerto asfixiado con todo el convoy del que formaba parte. En septiembre del
                       mismo año, le vi con asornbro presentarse en mi casa para invitarme a una manifestación
                       oficial que ya no recuerdo. Como le dije el sentimiento en el cual había vivido respecto a él,
                       me contó que el convoy en cuestión había sido conducido no a una cámara de gas sino a
                       Bergen-Belsen cuya misión era, al parecer, y más especialmente entonces, recibir para su
                       convalecencia   a los deportados de todos los campos. Se puede comprobar: se trata del señor
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                       Mullin, empleado en la estación de Besançon. Por otra parte, en el bloque 48 de Buchenwald
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                       condiciones.
                            ¿Mi opinión sobre las cámaras de gas? Las hubo: no tantas como se cree. Exterminios
                       por este medio los hubo: no tantos como se ha dicho. El número no hace desaparecer en nada
                       la naturaleza del horror, pero el hecho de que se tratase de una medida dictada por un Estado
                       en nombre de una filosofía o de una doctrina aumentaría singularmente esa naturaleza. ¿Hay
                       que admitir que ha sido así? Es posible, pero no es seguro. La relación de causa a efecto entre
                       la existencia de las cámaras de gas y los exterminios no está in discutiblemente establecida
                       por los

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                       [193] textos que publica Eugen Kogon ( ) y me temo que aquellos a los cuales se refiere sin
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                            Lo repito una vez más: el argumento que representó el mayor papel en este asunto


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                         ¡Por una singular casualidad se encuentra en zona rusa!...
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                         De hecho, tras un viaje realizado en espantosas condiciones, llegó a un Bergen-Belsen en el cual convergían
                       convoys de ineptos procedentes de toda Alemania, a los cuales no se sabía donde alojar ni cómo alimentar, lo que
                       tenía el don de excitar a la S.S. y a las porras de los Kapos... El vivió allí días horribles y finalmente fue devuelto al
                       trabajo.
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                         Ni tampoco por los testimonios presentados ante el Tribunal de Nuremberg.
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