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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       aproximarse los aliados, de disparar en el Báltico sobre barcos llenos de deportados, y de
                       tantas otras aún, no es sólo porque no había documentos para sostenerlas sino también porque
                       han aparecido escritos que prueban sin discusión posible que no hubo tales órdenes. Para
                       sostener las órdenes de exterminio de los judíos con el gas no había tampoco documentos: se
                       ha pretendido qúe los había, aún se pretende, se les ha mencionado, se les cita todavía.
                            ¿Qué dicen estos escritos?
                            El más preciso de ellos – par otra parte el único que todavía se suele citar – es extracto
                       de un documento llamado «Protocolo de Wannsee», que reúne, en una forma en la que sólo
                       las personas prevenidas y los especialistas pueden distinguir el comentario y el texto
                       auténtico, los informes presentados y las decisiones tomadas durante una reunión
                       interministerial que tuvo lugar el 20 de enero de 1942, y a la cual asistieron los secretarios y
                       los altos funcionarios de todos los ministerios del III Reich.
                            He aquí este texto en la traducción que ha sido hacha en Francia por el «Centre de
                       documentation juive»:
                                     «(...) En el cuadro de la solución final del problema, los judios serán
                                trasladados con fuerte escolta a los territorios del Este y estarán destinados allí en
                                el servicio del trabajo. Formados en grandes columnas de trabajadores, hombres
                                por un lado, mujeres por el otro, serán llevados a estos territorios: no es preciso
                                señalar que una gran parte de ellos se eliminará por decrecimiento naturel (...) El
                                resto que subsista al final – y al que hay que considerar como la parte más
                                resistente – deberá ser tratado en consecuencia. En efecto, la experiencia de la
                                historia demuestra que una vez liberada esta élite natural lleva en germen los
                                elementos de un nuevo renacimiento judío.»
                            [261]
                            El mismo texto extracto del Protocolo en lengua alemana es el siguiente:
                                     «Unter entsprechender Leitung sollen im Zuge der Endlösung die Juden in
                                geeigneter Weise  im  Osten  zum  Arbeitseinsatz  kommen.  In  grossen
                                Arbeitskolonnen, unter Trennung der Geschlechter, werden die arbeitsfähigen Juden
                                strassenbauend in diese Gebiete geführt, wobei zweifellos ein Grossteil durch
                                natürliche Auslese darstellend, bei Freilassung als Keimzelle eines neuen jüdischen
                                Aufbaues anzusprechen ist.»

                            A simple vista se ve que ambas partes de este texto, la que he subrayado y la que la
                       precede, no están redactadas en el mismo estilo. La primera conclusión que se impone es ésta:
                       o bien no son del mismo autor, o no han sido redactadas en la misma ocasión o no figuran en
                       el mismo «documento». La primera, efectivamente, está redactada en el estilo de la decisión,
                       la segunda en el de la apreciación, es decir en el del comentario.
                            Es en este texto en el que se han apoyado muchos para aceptar como verdaderos los
                       testimonios de las personas que, en Nuremberg y otros lugares, declararon que habían asistido
                       a exterminios con gas o que habían recibido la orden de proceder a ellos.
                            De momento, en la confusión espiritual que siguió inmediatamente al fin de las
                       hostilidades, se logró el efecto político buscado. A la larga, hay que convenir forzosamente en
                       que si las personalidades de la República federal alemana que han tenido bajo Hitler un papel
                       importante – jueces por  ejemplo o altos funcionarios – dicen todavía que «cuando se hablaba
                       de la solución final del problema judío ellos no sospechaban que esto quisiese decir las
                       cámaras de gas», aun después de la lectura de este texto tampoco lo podrían sospechar.
                            Históricamente, todo parece reducirse a esto que ha resumido admirable aunque
                       insidiosamente el escritor judío norteamericano León Uris en Exodo:
                       [262]

                                     «En marzo de 1941, dieciocho meses después de la invasión de Polonia,
                                Adolfo Hitler optó por la "solución final" del problema judío. Hecho significativo,
                                concretó sus instrucciones en forma de orden verbal ( )... Seis semanas más tarde,
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                         Subrayado por mí. P. R.

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