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RASSINIER : La mentira de Ulises



                            No tiene ningún odio hacia los alemanes. Para él los campos de concentración no son
                       específicamente alemanes y no denotan instintos que sean propios del pueblo alemán.
                            -- Los campos – los Lager, como él dice – son un fenómeno histórico y social por el
                       que pasan todos los pueblos cuando llegan a poseer la conciencia de nación y de Estado. Se
                       les ha conocido en la Antigüedad, en la Edad Media, en los tiempos modernos, ¿por qué
                       quiere usted que sea la época contemporánea una excepción? Ya mucho antes de Cristo los
                       egipcios en su prosperidad no encontraron más que este medio para hacer inofensivos a los
                       judíos, y Babilonia sólo conoció su apogeo maravilloso gracias a los internados. Los propios
                       ingleses tuvieron que recurrir a los campos con los desgraciados boers, tras Napoleón que ya
                       había

                       [61] inventado Lambessa. ( ) Actualmente hay campos en Rusia que no tienen nada que
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                       envidiar a los de los alemanes; hay de ellos en Italia e incluso en Francia: aquí encontrará
                       españoles y verá lo que le cuentan por ejemplo del campo de Gurs, en Francia, donde se les
                       encerró al día siguiente de la victoria de Franco.
                            Yo me atrevo a hacer una observación:
                            -- En Francia, después de todo, se ha recogido a los republicanos españoles por
                       motivos humanitarios, y no sé nada de que hayan sido maltratados.
                            -- También en Alemania es por motivos de humanidad. Los alemanes cuando hablan de
                       la institución emplean el término «Schutzhaftlager» que quiere decir «campo para detenidos
                       protegidos». En el momento de llegar al poder, el nacionalsocialismo ha querido impedir a
                       sus adversarios, en un gesto de mansedumbre, el que le puedan perjudicar, pero también
                       protegerles contra la cólera del público, acabar con los asesinatos en las esquinas de las calles,
                       regenerar las ovejas descarriadas y llevarlas a una concepción más sana de la comunidad
                       alemana, de su destino y de la tarea de cada uno en su seno. Pero el nacionalsocialismo ha
                       sido rebasado por los acontecimientos, y sobre todo por sus agentes. En cierto modo es la
                       historia que se cuenta en los cuarteles sobre el eclipse lunar. El coronel dice un día al
                       comandante que habrá un eclipse de luna y que los jefes harán observer y explicarán el
                       fenómeno a todos los soldados. El coronel lo transmite al capitán y la noticia llega por el
                       cabo al soldado en la siguiente forma: «Por orden del coronel esta noche a las veintitrés horas
                       tendrá lugar un eclipse de luna; todos los que no participen en él quedarán arrestados durante
                       cuatro días». Lo mismo sucede en los campos de concentración; el estado mayor
                       nacionalsocialista los ha concebido, y ha fijado el reglamento interior que antiguos parados
                       ignorantes hacen aplicar a través de unos «Chaouchs» escogidos entre nosotros. En Francia el
                       gobierno democrático de Daladier había concebido el campo de Gurs y había fijado el
                       reglamento: la aplicación de este reglamento fue confiada a unos gendarmes y guardias
                       móviles cuyas facultades de interpretación eran muy restringidas.
                            «Es el cristianismo el que ha introducido en el derecho romano

                       [62] el carácter humanitario que ha sido conferido al castigo y le ha asignado como primera
                       finalidad el lograr la regeneración del delincuente. Pero el cristianismo no ha contado con que
                       la naturaleza humana no puede llegar a la consciencia de sí misma más que sobre un fondo de
                       perversidad. Créame, hay tres clases de seres que permanecen invariables, cada uno en su
                       género, durante todas las épocas de la historia y en todas las latitudes: los policías, los
                       sacerdotes y los soldados. Aquí tenemos que ver con los policías.
                            Evidentemente, tenemos que ver con los policías. Yo no he tenido luchas más que con
                       los policías alemanes, pero he leído y he oído decir frecuentemente que los policías franceses
                       no se distinguen por una dulzara particular. Recuerdo que en este momento de la charla de
                       Jircszah me vino a la memoria el asunto Almazian. Pero Almazian estaba implicado en un
                       crimen de derecho común, mientras que nosotros somos «políticos». Los alemanes no parecen
                       establecer diferencias entre el derecho común y el derecho político y esta promiscuidad de
                       unos y otros en los campos...
                            -- Vamos, vamos – me dice Jircszah -, usted parece olvidar que ha sido un francés, un
                       intelectual del que Francia está orgullosa, de esmerada formación, un gran filósofo, Anatole
                       France, quien escribió en cierta ocasión: «Soy partidario de la supresión de la pena de muerte
                       en materia de derecho común y de su restablecimiento en materia de derecho político.»
                            Al acabar la cuarentena, como la S.S. nunca se había mezclado en la vida interna del



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                         Colonia de castigo en Argelia bajo el gobierno de Napoleón III. (N. Del T.)

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