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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       pequeñas historias, nuestros desalientos, nuestros temores, nuestras aprensiones y nuestras
                       esperanzas, sentados alrededor de las mesas y a condición de no meter demasiado ruido. De
                       hecho, desde la mañana hasta la noche, la conversación girará en torno a la fecha del posible
                       cese de las hostilidades y a la forma en que terminarán: la opinión general es que todo habrá
                       acabado en dos meses, pues uno de nosotros ha dado a conocer con toda seriedad que había
                       recibido un mensaje de Londres dándole el comienzo de marzo como fecha segura del de
                       sembarco .
                            Fernando y yo establecemos conocimientos progresivamente entre las personas que nos
                       rodean, guardando sin embargo las distancias y permaneciendo retraídos. En dos días, hemos
                       adquirido la certeza de que la mitad por lo menos de nuestros compañeros de infortunio no se
                       encuentran aquí por los motivos que declaran, y que en todo caso estos motivos no tienen
                       más que un parentesco muy lejano con la resistencia: nos parece que el mayor número de
                       víctimas procede del mercado negro.
                            Lo que resulta más complicado es coger el ritmo del círculo en el que acabamos de
                       entrar. Por mediación de un luxemburgués que apenas conoce la lengua francesa, el jefe de
                       bloque nos pronuncia todas las tardes largos discursos explicativos, pero...
                            Este jefe de bloque es el hijo de un antiguo diputado comunista en el Reichstag, que
                       fue asesinado por los nazis. El es comunista, no lo oculta --lo cual me extraña-- y lo esencial
                       de sus charlas consiste en la afirmación reiterada de que los franceses son sucios, charlatanes
                       como las urracas y perezosos; que no saben lavarse y que todos los que le escuchamos
                       tenemos la doble suerte de haber llegado en el momento en que el campo se ha

                       [52] convertido en un sanatorio, y de haber sido asignados a un bloque cuyo jefe es un
                       político en vez de un delincuente. No se puede decir que sea un mal muchacho: hace once
                       años que está encerrado y ha tomado las costumbres de la casa. Raramente golpea: sus
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                       manifestaciones de violencia consisten generalmente en unos vigorosos Ruhe! ( ) lanzados en
                       medio de nuestras charlas y seguidos de imprecaciones en las cuales siempre menciona el
                       crematorio. Le tememos, pero tememos más aún a sus Stubendienst rusos y polacos.
                            Del resto del campo no sabemos nada o casi nada, nuestra zona de investigaciones se
                       limita a las cuatro Flügel  del bloque. Presentimos que se trabaja alrededor nuestro y que el
                       trabajo es duro, pero no disponemos más que de la «radio-bulo» para asegurarnos sobre su
                       naturaleza. Conocemos muy rápidamente por el contrario todos los rincones y escondrijos de
                       nuestro bloque y de sus ocupantes. Hay de todo dentro de él: aventureras, gante de origen y
                       condiciones sociales mal definidas, resistentes auténticos, gante seria, Crémieux, el procurador
                       general del rey de los belgas, etc. Inútil decir que Fernando y yo, no sentimos ningún deseo
                       de aglatinarnos en cualquiera de los grupos afines que se han constituido.


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                            La primera semana ha sido particularmente penosa.
                            Entre nosotros hay lisiados, mutilados de una o de ambas piernas, gente con parálisis
                       congénita que ha tenido que dejar en la entrada, al mismo tiempo que su cartera o sus alhajas,
                       sus bastones, sus muletas o sus piernas artificiales: se arrastran lamentablemente, se les ayuda
                       o se les lleva. Hay también enfermos graves a los que les han sido retirados los medicamentos
                       indispensables que llevaban siempre consigo: éstos, incapaces de alimentarse, mueren
                       lentamente. Por otra parte, hay la gran revolución provocada en todos los organismes por el
                       cambio brutal de la alimentación y su trágica insuficiencia: los cuerpos empiezan a supurar y
                       pronto es el bloque un vaste absceso que unos médicos improvisados o sin medios cuidan o
                       parecen cuidar. En fin, en el plano moral unos incidentes inesperados hacen todavía más
                       insoportable la promiscuidad que nos es impuesta: el administrador
                       [53] con grado de coronel es cogido mientras quitaba el pan a un enfermo del que había
                       querido ser enfermero; una violenta disputa a propósito del reparto de pan ha enfrentado al
                       procurador del rey de los belgas y a un doctor; un tercero que se pasaba de grupo en grupo
                       encareciendo sus aptitudes para prefecto tras la liberación, ha sido sorprendido a punto de




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                         ¡Silencio!

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