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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       idea de que Ias hojas de hierro puedan abrirse de nuevo ante nosotros antes de la liberación.
                       Los horrores que hemos oído en Buchenwald sobre este subterráneo, nos torturan el espíritu.
                            Entramos al mismo nivel. Visión dantesca: fuera, estaba la oscuridad, en el interior la
                       luz radiante. Dos vías férreas paralelas a un metro de distancia: los trenes van pues de un lado
                       para otro en el vientre del monstruo. Un convoy de vagones cargados y entoldados: los
                       torpedos, las famosas V1 y V2 – inmensos obuses más largos que los vagones que los llevan.
                       Se dice que tienen 13 metros de longitud y, al parecer, su diámetro rebasa la altura de un
                       hombre.
                            -- ¡ Esto sí que tiene que dar un buen trabajo donde caiga!
                            La conversación empieza a girar en torno al mecanismo y forma de lanzamiento de las
                       V1 y V2, de las que oímos hablar y ahora vemos por vez primera. Con gran sorpresa, me doy
                       cuenta

                       [84] de que hay entre nosotros algunos muy informados que cuentan, con el aire más serio,
                       detalles muy precisos sobre los ingenios en cuestión, pero que se revelan a continuación como
                       los más fantásticos bulos.
                            Nos dirigimos hacia el interior. A cada lado, oficinas y cavidades acondicionadas para
                       talleres. Llegamos a la parte del túnel que está todavía en gestación: unos andamios, hombres
                       pálidos, delgados y diáfanos (unas sombras) encaramados por casi todas partes, pegados a las
                       parades como murciélagos, perforan en la roca. En el suelo, se pasean los de la S.S., con el
                       arma empuñada, los Kapos gritan en su idas y venidas en todos los sentidos a los desdichados
                       que cargan sacos o llevan las carretillas llenas de tierra. Ruido de máquinas, cadáveres
                       estirados sobre los caminos laterales.
                            Una cavidad está acondicionada como bloque habitable: ¡alto! En la entrada hay dos
                       toneles para extraer las deyecciones y unos quince cadáveres. En el interior, corren
                       enloquecidos unos hombres; tumultos individuales o colectivos entre filas de literas de tres,
                       cuatro o cinco pisos. Entre ellos , serios e imponentes, los Stubendienst  intentan en vano
                       restablecer el orden. Aquí es donde tendromos que pasar la noche. Los Stubendienst
                       interrumpen su tarea para ocuparse de nosotros.
                            --Los! Los! Mensch! Hier ist Dora! ( )
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                            Las porras empiezan a bailar, o más bien cambian simplemente de blanco de tiro. El
                       jefe de bloque, un alemán corpulento, ve actuar, a la vez divertido, burlón y amenazador.
                       Pronto nos damos cuenta de que este bloque está habitado por rusos, cuyo equipo de día está
                       descansando. Completamente vestidos nos echamos sobre los jergones que se nos señalan.
                       ¡Por fin! Al amanecer nos despertamos: todos los zapatos y lo que nos quedaba de la
                       distribución de víveres de la víspera, han desaparecido. Incluso nuestros bolsillos han sido
                       vaciados de su contenido. Admiramos la destreza de los rusos que han logrado un buen éxito
                       en este saqueo general sin despertarnos Apenas dos o tres han sido cogidos en flagrante delito:
                       las víctimas les han conducido ante el jefe de bloque pero los Stubendienst, cómplices de
                       ellos , han hecho volver a aquéllas a porrazos a su jergón.
                            --Hier ist Dora, mein Lieber!

                            [85]
                            Con toda certeza, hemos caído en una guarida de bandidos cuya ley es la de la jungla.
                            Tras despertarnos, hemos vuelto a la luz del día. Respiramos: no estamos pues todavía
                       definitivamente enterrados. La mañana la pasamos ante la Arbeitsstatistik, pateando en el lodo
                       y en la nieve; estamos helados, y de nuevo tenemos hambre. Por la tarde se nos reparte en
                       Kommandos. Fernando y yo, vamos a parar al comando de constructores de carreteras.
                       Inmediatamente, comienza el trabajo: hasta la hora de pasar lista transportamos pinos, al
                       galope, desde el campo a la estación.
                            A las dieciocho, la formación: durará hasta las veintiuna horas.
                            Veintiuna horas: en dirección al bloque 35. Esta vez tenemos la certidumbre de que no
                       seremos enterrados en el túnel, pero sabemos de no pocos de nosotros que habiendo dado a
                       conocer fontásticas profesiones de especialistas para ser empleados en las fábricas, fueron
                       enviados a él y, con toda probabilidad, no volverán a salir antes de la liberación.
                            El jefe del bloque 35 es checo, en consecuencia también lo son los Stubendienst.  El
                       bloque está todavía vacío: dormiremos hacinados sobre el entarimado, sin mantas,



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                         ¡Venga, venga! ¡Estamos en Dora!

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