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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       completamente vestidos. Antes, se nos distribuye, en un desorden indescriptible, un litro de
                       sopa de nabos que tomamos de pie. Es todo lo que hemos comido este día.
                            A las veintidós horas, podemos dormirnos con la certidumbre de que ahora formamos
                       parte integrante de Dora.
                            -- ¡ Dora!...



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                            El primer día de trabajo...
                            A las cuatro treinta, un golpe de gong resuena cuatro veces en este campo en embrión,
                       se encienden las luces del bloque, los Stubendienst,  con la porra en la mano, irrumpen en el
                       dormitorio.
                            -- Aufstehen! Aufstehen! Los! Waschen! ( )
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                            Después, sin transición:
                            -- Los, Mensch! Los! Waschen!
                            Los doscientos hombres se levantan como si fuesen uno solo, atraviesan en barahúnda
                       el comedor, desnudos hasta la cintura,
                       [86] y llegan al pequeño paso, a la puerta del lavabo, al mismo tiempo que los doscientos del
                       otro ala. El lavabo puede contener unas veinte personas. En la entrada, dos Stubendienst con
                       la manguera en la mano, contienen esta invasión.
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                            -- Langsam,langsam... Langsam, Lumpen! ( )
                            Y al mismo tiempo, el chorro de agua entra en acción. Los desdichados retroceden...
                       Sin embargo, otros dos Stubendienst  que han previsto el golpe contienen a su vez el
                       repliegue.
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                            -- Los! Los! Schnell, Mensch! Ich sage waschen! ( )
                            Y las porras se descargan implacables sobre las espaldas desnudas y flacas.
                            Todas las mañanas tendrá lugar la misma tragicomedia. No obstante, no termina ahí.
                       Una vez vestidos, viene la distribución de víveres para el día; se pasa en fila india llevando en
                       la mano la contraseña entregada en los lavabos, que hay que dar a un Stubendienst  (sólo se
                       puede recoger la comida tras demostrar que uno se ha lavado). Nueva y también inenarrable
                       algarabía. La hora concedida por el reglamento para cumplir esta doble formalidad pasa
                       rápidamente.
                            Las cinco treinta: los Kapos, bien abrigados, están en la plaza y allí esperan la llegada
                       de la masa humana. Procedente de todos los bloques, corriendo en la fría mañana, se precipita
                       hacia ellos, acabando de vestirse y tragando el último bocado de la escasa parte que de la
                       ración cotidiana ha sido dejada para el desayuno. Los Kapos  proceden a reunir a los
                       comandos, llaman a sus hombres: llueven los golpes y los insultos. Después de pasar lista,
                       empiezan a marchar los comandos por turnos, teniendo en cuenta la distancia al lugar de
                       trabajo. Hay quienes van seis y ocho kilómetros: parten los primeros. A continuación vienen
                       los que no tienen más que una hora de marcha, después los que no tienen más que media
                       hora. El comando 52 tiene veinte minutos de camino: parte a las seis cuarenta. A las siete en
                       punto, todo el mundo está en el lugar de su trabajo. Los comandos del túnel se rigen por otro
                       horario: el equipo de día se levanta a las siete de la mañana, el de noche a las siete de la tarde,
                       y todos los preliminares del trabajo tienen lugar en el mismo túnel.
                            Las siete: ya está, pues, el comando 52 en su obra de explanación, después de haber
                       participado en las operaciones del aseo

                       [87] y distribución de víveres, tras haber estado de plantón, tiritando en la posición de firmes,
                       con los pies dentro de veinte centímetros de barro, durante una hora y diez minutos, y después
                       de haber recorrido al paso los dos kilómetros aproximadamente que le separan del campo,
                       extenuado ya antes de comenzar el trabajo.
                            El trabajo: construir una carretera que va desde la estación al campo, tomando el flanco



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                         ¡Levantarse, levantarse! ¡Venga, a lavarse!
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                         ¡Despacio, despacio... despacio, granujas!
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                         ¡Venga, venga! ¡Rápido, hombre! ¡Digo que a lavarse!
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