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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       el rendimiento es escaso: se emplean diez hombres, que trabajan por fuerza, donde bastarían
                       uno o dos que lo hiciesen de buena voluntad. Lo más difícil consiste en aparentar siempre que
                       se trabaja, estar de pie continuamente, tomar aspecto atareado, y sobre todo vivir en este ruido
                       y en estas emanaciones, recibiendo el aire del exterior, muy escasamente, a través de unos
                       pocos y malos tubos de aireación.
                            A mediados de marzo, por petición de Zavatzky, que quería suprimir, según su
                       opinión, una de las causas esencia]es del mal rendimiento, los comandos del túnel empezaron
                       a subir a la luz del día para tomar la sopa en el campo en vez de llevarla al interior. A finales
                       de abril, comienzo de mayo, el equipo del terraplén había levantado casi todos los bloques
                       previstos hasta el número 132: se decidió que no durmiese nadie en el túnel, todos los
                       comandos volvieron a subir y en lo sucesivo no descendieron más que para trabajar, es decir
                       12 horas por día.
                            Es preciso decir, para terminaer, que también hay población civil empleada en las
                       diversas fábricas del túnel. En abril de 1945, son de 6.000 a 7.000: alemanes como maestros
                       de taller, y los

                       [95] S.T.O. o voluntarios procedentes de todas las naciones de Europa. Ellos están agrupados
                       en comandos, viven en un campo situado a dos kilómetros de Dora, trabajan diez horas
                       diarias, reciben elevados salarios y una manutención poco variada, pero sana y abundante. En
                       fin, son libres en un radio de 30 kilómetros: más allá necesitan un permiso especial. Entre
                       ellos , hay muchos franceses que se mantienen a distancia de nosotros y en cuyos ojos se lee
                       continuamente el miedo que tienen a participar un día en nuestra suerte.


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                            31 de marzo de 1944. Desde hace ocho días, los Kapos, los Lagerschutz y los jefes de
                       bloque están especialmente irritados. Varios presos han muerto bajo los golpes: se han
                       encontrado piojos no solamente en el túnel sino también en los comandos del exterior y la
                       S.S.-Führung ha hecho responsable de este estado de cosas a la H-Führung.  Por añadidura, ha
                       hecho un tiempo espantoso durante todo el día: el frío es más riguroso que de costumbre, y
                       una lluvia glacial entremezclada con chaparrones, ha caído ininterrumpidamente. Por la noche,
                       llegamos a la plaza helados, empapados y hambrientos hasta tal punto que no se sabría
                       describir. ¡Confiemos en que la formación no dure demasiado! Mala suerte: a las diez de la
                       noche estamos todavía de pie, bajo los chaparrones, esperando el ¡Rompan filas! que nos
                       liberará. Al fin llega, se acabó, vamos a poder tomar de prisa la sopa caliente y dejarnos caer
                       sobre la paja. Llegamos al bloque: limpieza del calzado, después, manteniéndonos fuera con
                       una indicación, el jefe de bloque, de pie en el borde de la puerta, nos echa un discurso. Nos
                       anuncia que, como se han encontrado piojos, va a ser desinfectado todo el campo... Se
                       comenzará esta noche: cinco bloques, entre los que se encuentra el 35, han sido designados
                       para pasar a la desinfección. En consecuencia, no tomaremos la sopa hasta después de la
                       operación. Nos indica las formalidades a las que tendremos que someternos, y pasa a su
                       ejecución.
                            -- Alles da drin! – Entramos en el comedor con el calzado en la mano.
                            -- Ausziehen! – Nos desnudamos, empaquectamos nuestras ropas, con el número
                       visible.
                            -- Zu fünf! – Estamos aterrados.

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                            -- Zu fünf! – Obedecemos. Los Stubendienst, que llevan nuestras ropas en unas mantas,
                       nos rodean, y completamente desnudos, en el frío, bajo la lluvia y la nieve, tomamos la
                       dirección del edificio en que vamos a ser desinfectados: hay que atravesar unos ochocientos
                       metros.
                            Llegamos. Los otros cuatro bloques, desnudos como nosotros, se apretujan ya en la
                       entrada: sentimos descender la muerte sobre nosotros. ¿Cuánto tiempo va a duror esto?
                       Estamos aquí alrededor de un millar, completamente desnudos , tiritando en el frío húmedo
                       de la noche, que nos penetra hasta los huesos, apretándonos contra las puertas. No hay manera
                       de entrar. Sólo se puede pasar de cuarenta en cuarenta. Se producen atroces escenas.




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